Por
supuesto que estoy de acuerdo de que haya columnistas que firmen con
pseudónimo. Recuerdo con mucho cariño a uno que escribía en El
Confidencial, cuando estaba dirigido por su fundador, y que eligió
como pseudónimo el nombre de un caballo famoso: Incitatus.
Alguna
vez estuvo trotando por Valencia. Creo que fueron seis años los que
tardó la gente en descubrir su identidad, o quizá fueron siete, no
lo recuerdo con exactitud. Es posible que hubiera otro columnista con
pseudónimo en El Confidencial que usase el copy/paste, cosa que
nunca se le hubiera ocurrido a Incitatus. Es, porque sigue trotando,
ahora en Tiempo,
un prodigio de imaginación y conocimientos. Puede decirse que, más
que lectores, tiene devotos.
Algunas
de sus memorables columnas en El Confidencial, rescatadas por otros
medios, siguen siendo leídas y aplaudidas.
Los
motivos por los que Luis Algorri firmaba como Incitatus sus artículos
en El Confidencial son lógicos y cualquiera los puede comprender.
Supongo que sigue manteniendo con vida al caballo porque se ha ganado
su derecho a vivir. Creo, además, que se lo pidieron.
La
cuestión es que los directores de los medios se han
responsabilizado, tácitamente, ante los lectores de las correrías
del caballo. Nunca ha sido una tomadura de pelo. Ignoro cual es la
tarifa de Incitatus por sus artículos, ¿por qué lo tenía que
saber? Pero no creo que llegue a los tres mil euros que, por lo
visto, cobraba alguien que también escribía con pseudónimo, pero
en este caso sí que es una broma de mal gusto, de la que nadie se
hace responsable.
En
resumidas cuentas, estoy de acuerdo con los pseudónimos, pero con
ciertas condiciones. El responsable de un medio es el director y su
presencia garantiza a los lectores que todo es correcto. Si se
descubre que un medio ha hecho un fraude, el director debe explicar
de modo convincente cómo ha podido ocurrir eso. Lo más correcto es
que presente la dimisión.
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