El
hecho de que la reina de Holanda vaya a abdicar ha generado un
aluvión de opiniones en el sentido de que Juan Carlos I debería
hacer lo mismo.
Olvidan,
o tal vez lo desconocen, que lo que falla en España es el sistema.
Habría que ver en su lugar a quienes critican al monarca español.
En este sentido, cabe recordar la historia del anillo de Giges.
Bastaba con darle la vuelta para que quien lo llevara puesto se
volviera invisible.
En
España no hay tradición democrática, sino deseos de vivir en ella.
Le llaman democracia a algo que aparentemente mejora lo anterior y
todo el mundo se lo cree.
Y
luego resulta que esto que llaman democracia sirve para que un gran
número de personas vivan a costa de los demás. Una tiene un
funcionario para que le lleve el bolso y las gafas; otro tiene un
funcionario para que le sirva café; otro quiere que el coche que le
pagamos entre todos tenga determinado perfume. La lista sería
larguísima. Hay que decir también que a causa de eso hay gente que
se muere y otra que se mata, sabiendo que por mucho que se repita
esta verdad las cosas van a seguir igual.
A
quienes pueden cambiar el sistema no les interesa cambiarlo. Han de
exprimir el limón mientras le quede una gota de zumo. Ellos no miran
a quienes tienen necesidades perentorias, porque si les miraran les
verían; si les miran es para ver si hay peligro de revuelta, eso es
lo único que les importa. Lo que tratan es de aprovechar al máximo
la situación ventajosa en que los ha puesto la vida.
¿Qué
más da un rey que otro si el sistema es el mismo? ¿O un presidente
del gobierno que otro? Y si se diera el caso de cambiar el sistema
habría que buscar uno más barato, como es el estadounidense. España
es un país pobre.
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