jueves, 24 de enero de 2013

El verdugo que abrazó al reo

Se me hace un nudo en el estómago cuando hay un condenado a muerte en liza. Yo no podría ser juez en un país en el que rigiera la pena de muerte. Ni siquiera soportaría ver ajusticiar al peor de los etarras, que están en el escalón más bajo de la especie humana.
Y hoy he leído la noticia de que un reo que iba a ser ajusticiado en Teherán por un delito que en España se hubiera saldado con unos pocos años de cárcel se derrumbó emocionalmente y apoyó la cabeza en el hombro de su verdugo, que reaccionó abrazándolo.
Los mataron, a él y a su compañero, ahorcándolos, en nombre de Dios. Es curioso que haya tanta gente que se crea capaz de interpretar, de modo fidedigno, los designios de Dios.
Nadie ha visto a Dios. Si quisiera, se hubiera mostrado a los ojos de todos, para que no cupieran dudas. Y, sin embargo, parece ser que lo que quiere es fomentar la duda, puesto que no lo hace.
Para matar a alguien es necesario tener muchas certezas y para hacerlo en nombre de Dios, como mínimo, habría que haber hablado con él.
Se han dado casos, supongo que muchos, de personas a las que ha habido que llevar a rastras al lugar de la ejecución, lo que significa que las llevaban como quien lleva a un cerdo al matadero.
Se ha demostrado que la especie humana es capaz de lograr altas cotas de sensibilidad, pero también es obvio que esto no ocurre con todos sus componentes. Los etarras son capaces de matar del modo más vil. Y de la calidad de los etarras hay unas cuantas personas, por llamarlas de alguna manera, por el mundo.
Lo que estremece es que haya gobiernos y jueces que se pongan a la misma altura.

No hay comentarios: