viernes, 25 de enero de 2013

La falta de elegancia de Fabra

En Castellón, a Alberto Fabra le llaman Fabra el bueno, para distinguirlo de otro Fabra; se comprende fácilmente que esa bondad está por demostrar y que no va más allá de la finalidad distintiva.
Están desmantelando con nocturnidad y alevosía al Banco de Valencia, y calla. Donde debe hablar, calla.
Han desaparecido Bancaja y la CAM, y lo han hecho de mala manera, y calla. Debería exigir responsabilidades. Debería señalar culpables. Han resultado perjudicados todos los valencianos. Debería preguntar a Francisco Camps y a todos los miembros de su gabinete que cómo ha sido posible que suceda eso. Y por qué consintieron que ambas cajas tomaran esa deriva que ha concluido tan mal. Quizá le interese más quedar bien con Camps que con los ciudadanos. De hecho, mientras va recortando a los ciudadanos ha colocado bien a Camps.
De modo que es un maestro, y debería reclamar el diploma en donde lo den, en callar donde no toca.
Y habla donde no debe. ¿Extraña a alguien que quien calla donde no toca hable donde no debe? Ha invitado a las empresas catalanas a que se trasladen a la Comunidad Valenciana. Resulta insólito que haya dicho eso. ¿Creerá que le va a hacer caso algún empresario catalán? Menuda estupidez la suya.
Tampoco se puede dejar de pensar que a raíz de esta descomunal metida de pata algún empresario catalán que estuviera meditando la conveniencia de hacer ese traslado se haya convencido de que es mejor no hacerlo. No merece la pena salir de una Autonomía en la que hay un presidente que no está en sus cabales para ir a parar a otra en la que el presidente es memo.
Cuando Mariano Rajoy se vio en la tesitura de tener que tener que sustituir a Francisco Camps, que menuda herencia dejó, podría haber tenido el detalle con los valencianos de elegir a alguien con talento. Eso, al menos.

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