miércoles, 16 de enero de 2013

La equivocación de Javier Erro

Tenemos una casta política responsable en buena medida, y sin que sea posible negar esto, de la grave situación en la que estamos inmersos. Pero ocurre que sus componentes no se ven a sí mismos como culpables, sino como los más guapos, puros y nobles. No se paran a pensar que no es que sean malos, sino que el sistema los hace malos.
En lugar de verse como el problema fundamental del país, se ven como una parte del cuerpo, de la que no se puede prescindir. Como la lengua, por ejemplo. Sería el órgano humano del que se valdrían los políticos para exponer sus ideas y sus soluciones. Pero no la usan así, sino de forma metafórica. Antes de que hable alguien en el Parlamento ya se sabe cual va a ser el resultado de la votación, de modo que el discurso sirve para poco. Se sabe, sin embargo, que un político que no sepa hacer la pelota no tiene un futuro halagüeño. He aquí, pues, el uso metafórico de la lengua.
Javier Erro es uno de esos políticos desbordados por el problema. Hay demasiados parados. Y piensa que lo engañan. Y no sólo lo engañan con eso, sino que luego tienen descuentos por ser parados. Y pone el grito en el cielo. Y cuando lo oyen se queja y dice que han tergiversado sus palabras. Todo el mundo lo engaña.
¿Por qué no se da cuenta de que los primeros que hacen trampa son los políticos? Exprimen hasta el final todas las ventajas que se han otorgado a sí mismos, con las dietas por kilometraje, con los complementos por vivienda, con los móviles, con los vales de comedor, etc.
No sólo tenemos más políticos por cada cien habitantes que ningún otro país, sino que además nuestros políticos son muy caros y muy despabilados. Pero hay cosas que se les escapan. Las que les conviene.

No hay comentarios: