Cuando
son los bancos los que no hacen frente a sus obligaciones, no pasa
nada. O quizá sí. Lo más probable es que nos toque pagarlo entre
todos.
Cuando
la burbuja inmobiliaria estaba en fase de engorde y todo era bonito y
vivíamos en la Arcadia feliz y teníamos un presidente muy educado y
“muy solidario”, los bancos y las cajas tenían unas leyes que
les convenían, así que echaban toda la carne en el asador, con la
seguridad de que el asador era suyo y lo tenían todo bajo control.
Hoy
en día tenemos otro gobierno, aquel presidente tan solidario vive en
una casa de lujo, y a los bancos se les ha reventado el asador. El
nuevo presidente ha decretado que hemos de comprarles otro asador a
los bancos, y ellos se han tenido que quedar, con gran dolor de su
corazón, los pisos de los morosos. El dolor de corazón se lo
produce una realidad manifiesta: no tienen sitio para guardar tantos
pisos. No lo habían previsto. Quienes guardan los dineros de los
españoles no son previsores. Y quienes deberían vigilarlos viven en
Babia, de donde sólo salen para cobrar.
Los
bancos y las cajas desahucian a los clientes que no cumplen lo
estipulado. Al hacerlo, adquieren responsabilidades con las
Comunidades de Propietarios en las que están dichos inmuebles, y
esto ya no les gusta tanto a los bancos, ni a las cajas.
Puesto
que la demora en el pago no se debe a la penuria, ya que a los
integrantes de los Consejos de Administración se les paga mucho,
aunque hagan mal su trabajo, el gobierno podría hacer una ley
mediante la cual cuando un banco o caja dejara de pagar una cuota de
la Comuniidad de Propietarios perdiera el piso en beneficio de ésta.
Pero no lo hará, porque el sueño secreto de los políticos es
sentarse en el Consejo de Administración de un banco.
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