sábado, 21 de junio de 2008

Aznar, lamentable

Se puede llegar a presidente del gobierno por una serie de circunstancias que lo han hecho posible. Por ejemplo, resultaría dudoso que Obama pudiera pensar en la presidencia de Estados Unidos si la de Bush hubiera transcurrido dentro de la normalidad, sin sobresaltos de ningún tipo. Evidentemente, en su caso, hay que tener en cuenta otras cuestiones, entre las que están sus grandes cualidades. Pero sin la excepcionalidad de la situación actual, éstas hubieran contado poco.
Para ser presidente hay que tener en cuenta al azar. Ser un caballero es más difícil. Todo corre por cuenta de uno. Aznar llegó a presidente de España porque previamente había logrado auparse a la presidencia de su Comunidad Autónoma y ahí resultó visible para Fraga, cuyo dedo lo señaló. Conviene recordar que se decía de Fraga que tenía muy mal ojo para elegir a sus colaboradores. Entre las cualidades de Fraga está la dar autonomía a quien ha señalado con su dedo. Conviene recordar aquella carta de Aznar, que pregonaba él mismo, en la que había presentado su dimisión sin fecha. Eran otros tiempos. Aznar ganó las elecciones, porque el gobierno de González ya era del todo punto insufrible, y comenzó con modestia pero terminó por ensoberbecerse. Enseñó su auténtica faz. Pura estupidez.
Más tarde, su dedo señaló a uno. Pero ese dedazo no era sin condiciones, como el que recibió él, sino que iba con hipoteca. Rajoy perdió las elecciones porque previamente Aznar, en una decisión caprichosa y en contra de todos, decidió aliarse con Bush en una aventura que no podía terminar bien. ¿Habrá ganado algo Aznar, personalmente, por este motivo? Tras el atentado del 11 M, Acebes, de común acuerdo con Aznar, se empeñó en tener una actitud perdedora, con la que se ganó la repulsa de los votantes. El hecho de que la actitud del PSOE en este asunto tampoco fuera digna no sirve de disculpa. La actitud noble, por parte de Aznar, de Acebes, de Zaplana, hubiera consistido en apartarse todos, o sea dimitir, y dejar que Rajoy hiciera las cosas a su manera. Poca mella pueden hacer, pues, los desplantes y desprecios de quienes nunca han sabido cuál era su lugar.

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