Dice Zapatero y con ello cree que justifica todos sus intentos de negar lo evidente, todas las descalificaciones que han tenido que sufrir quienes han pretendido alertar de lo que venía. Quizá arguya que la gestación de la crisis se produjo en otros lugares y que la inmersión española en el ladrillo comenzó en tiempos anteriores a los suyos. Pero lo cierto es que el encargado de tomar el toro por los cuernos es él. Y que por su parte, todo lo que da son muestras de que lo suyo es la improvisación y el gusto por la corazonada. Algunas le deben de haber salido bien y ya confía en todas. Algunas de las corazonadas le salieron mal. Le salió mal la de la negociación con ETA y le salió mal la de Maragall. El modo de hacer de Zapatero consiste en improvisar y rectificar, con una nueva improvisación, y vuelta a empezar hasta que salga que permita seguir caminando. He aquí la “genial” medida de los 400 euros. Ya veremos qué resultados se consiguen con ella.
Le salva la falta de oposición, motivada por el hecho de que el PP todavía no ha aceptado que el dedo de Aznar señalara a Rajoy. Y que cuando Rajoy ha decidido desprenderse del dedo, se ha encontrado incluso con el arrepentimiento de su dueño. Los políticos que nos gastamos son así. Y la muchedumbre los acepta y los vitorea, tanto que hasta Felipe González tiene celos de la popularidad de Zapatero.
Bien, Zapatero quiere resolver la crisis negándola, porque si la reconoce cunde el pesimismo, según él. Así que aunque buena parte del personal esté con el agua al cuello hay que decir que todo va bien y que con las medidas que va a tomar aún va a ir mejor. Lo que no se la ha ocurrido pensar al buen hombre, acaso porque no le conviene, es que la gente se fía más si se le dice la verdad. La situación actual requiere un pacto entre los partidos y el compromiso de los firmantes del pacto ante los ciudadanos de tomar las medidas que sean mejores para todos.
Le salva la falta de oposición, motivada por el hecho de que el PP todavía no ha aceptado que el dedo de Aznar señalara a Rajoy. Y que cuando Rajoy ha decidido desprenderse del dedo, se ha encontrado incluso con el arrepentimiento de su dueño. Los políticos que nos gastamos son así. Y la muchedumbre los acepta y los vitorea, tanto que hasta Felipe González tiene celos de la popularidad de Zapatero.
Bien, Zapatero quiere resolver la crisis negándola, porque si la reconoce cunde el pesimismo, según él. Así que aunque buena parte del personal esté con el agua al cuello hay que decir que todo va bien y que con las medidas que va a tomar aún va a ir mejor. Lo que no se la ha ocurrido pensar al buen hombre, acaso porque no le conviene, es que la gente se fía más si se le dice la verdad. La situación actual requiere un pacto entre los partidos y el compromiso de los firmantes del pacto ante los ciudadanos de tomar las medidas que sean mejores para todos.
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