Es conocido el refrán que dice “dime con quién vas y te diré quién eres”. De modo que para saber quién es Zapatero va bien averiguar con quienes se junta. Las posibilidades son muchas, Mariano Fernández Bermejo, Bibiana Aido, María Teresa Fernández de la Vega, Miguel Sebastián, Pedro Solbes, etc., cada uno de los cuales nos aportaría algún dato acerca del presidente. Sin embargo, hay un nombre cuyo titular, acaso por no haber sido nombrado ministro todavía, se imponga sobre el de los demás para este fin. Se trata, como es fácil adivinar, de José Blanco, más conocido por Pepiño.
Basta recordar a este fin, con qué pulcritud supo conservar en secreto sus preferencias por Obama frente a Hillary, con el fin de, según sus exactas palabras, no interferir en los más mínimo en el proceso electoral del Partido Demócrata estadounidense. Y hete aquí que los españoles -que algo vamos conociendo ya al personaje, por lo que pese a verlo siempre con el gesto circunspecto y severo sabemos que en el fondo es muy campechano y de ahí que se imponga el sobrenombre de Pepiño- nos compadecimos de inmediato de los habitantes de Kentucky, de Arizona, de Nebraska, que, sin duda, consultaban el blog de Pepiño, día tras día, para encontrar algún indicio que les permitiera resolver sus dudas sobre a quién debían votar. Pepiño los dejó solos, para que decidieran en conciencia. Una vez que ha habido ganador en el Partido Demócrata la cuestión cambia. No le importa que su influya a la hora de elegir presidente, a MacCain que lo zurzan, debe pensar el número dos del PSOE. ¿Por qué prefiere Pepiño a Obama? Lo explica en su blog: por primera vez un negro será candidato a presidente de Estados Unidos.
Cabría referirse a otro milagro que ha sido capaz de conseguir el tal Pepiño. Ha preferido que el candidato sea un hombre en lugar de una mujer sin que Bibiana Aido no haya reaccionado.
Y quizá haya otro motivo que explique también las preferencias de Zapatero por Pepiño. Cuando critica a la oposición lo hace de un modo maquinal, previsible, con ocurrencias sin gracia, y hueras de contenido. Y es en este modo de hacer automático y sin alma en donde el presidente encuentra su justificación.
Basta recordar a este fin, con qué pulcritud supo conservar en secreto sus preferencias por Obama frente a Hillary, con el fin de, según sus exactas palabras, no interferir en los más mínimo en el proceso electoral del Partido Demócrata estadounidense. Y hete aquí que los españoles -que algo vamos conociendo ya al personaje, por lo que pese a verlo siempre con el gesto circunspecto y severo sabemos que en el fondo es muy campechano y de ahí que se imponga el sobrenombre de Pepiño- nos compadecimos de inmediato de los habitantes de Kentucky, de Arizona, de Nebraska, que, sin duda, consultaban el blog de Pepiño, día tras día, para encontrar algún indicio que les permitiera resolver sus dudas sobre a quién debían votar. Pepiño los dejó solos, para que decidieran en conciencia. Una vez que ha habido ganador en el Partido Demócrata la cuestión cambia. No le importa que su influya a la hora de elegir presidente, a MacCain que lo zurzan, debe pensar el número dos del PSOE. ¿Por qué prefiere Pepiño a Obama? Lo explica en su blog: por primera vez un negro será candidato a presidente de Estados Unidos.
Cabría referirse a otro milagro que ha sido capaz de conseguir el tal Pepiño. Ha preferido que el candidato sea un hombre en lugar de una mujer sin que Bibiana Aido no haya reaccionado.
Y quizá haya otro motivo que explique también las preferencias de Zapatero por Pepiño. Cuando critica a la oposición lo hace de un modo maquinal, previsible, con ocurrencias sin gracia, y hueras de contenido. Y es en este modo de hacer automático y sin alma en donde el presidente encuentra su justificación.
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