La vida diaria está plagada de injusticias y, por tanto, de crueldad. Ésta es la que hace posible que existan las corridas de toros. Pero si se suprimen las corridas seguirá habiendo la misma crueldad y se extinguirán los toros bravos. Esto es incuestionable y la prueba es que fuera de las ganaderías taurinas no hay ningún otro ejemplar. En la llamada fiesta nacional, la crueldad se lleva a cabo a la vista de la gente, lo que sirve bastante de freno. Porque, ¿cómo se controla el trato que reciben los animales domésticos? Y ya no los animales, sino los familiares a los que se considera un estorbo.
Vivimos tiempos en que se ha puesto de moda ser solidario, ecologista, etc., pero a menudo con poco esfuerzo. Abundan los ecologistas que van en coche a todas partes, los que olvidan latas de conserva vacías en cualquier lugar, y los anti taurinos que son incapaces de reprimir un comentario hiriente. Quien quiera reducir crueldad que hay en el mundo, debe comenzar por controlar la suya.
Tanta crueldad ambiental genera estrés y aun otras cosas peores. Como consecuencia, la gente, o parte de la gente, necesita descargar adrenalina. Uno de los modos de hacerlo consiste en correr delante de los toros en las fiestas de los pueblos. Aquí sí que no hay ningún lucimiento para el animal, es objeto de escarnio, befa y burla. El toro no tiene ninguna culpa de que haya gente que necesite correr riesgos, jugarse su integridad física y satisfacer el ego a su costa, incordiándolo, desorientándolo, importunándolo. Ningún alcalde se atreve a suprimir ese festejo porque sabe que eso le haría perder las siguientes elecciones. Sería cuestión, entonces, de que las directivas de todos los partidos políticos se pusieran de acuerdo y en cada ayuntamiento firmaran todos sus componentes la pertinente orden. Encontrar la solución a menudo es fácil.
La excusa que se suele poner no es tal. La tradición no justifica nada. Hay tradiciones que enorgullecen y otras que no dan más que vergüenza. Con estas últimas no cabe tener contemplaciones. Así como es frecuente y habitual ver pintores, músicos o poetas en las plazas de toros, no se verá ninguno de estos personajes en la suelta de vaquillas en los pueblos.
Vivimos tiempos en que se ha puesto de moda ser solidario, ecologista, etc., pero a menudo con poco esfuerzo. Abundan los ecologistas que van en coche a todas partes, los que olvidan latas de conserva vacías en cualquier lugar, y los anti taurinos que son incapaces de reprimir un comentario hiriente. Quien quiera reducir crueldad que hay en el mundo, debe comenzar por controlar la suya.
Tanta crueldad ambiental genera estrés y aun otras cosas peores. Como consecuencia, la gente, o parte de la gente, necesita descargar adrenalina. Uno de los modos de hacerlo consiste en correr delante de los toros en las fiestas de los pueblos. Aquí sí que no hay ningún lucimiento para el animal, es objeto de escarnio, befa y burla. El toro no tiene ninguna culpa de que haya gente que necesite correr riesgos, jugarse su integridad física y satisfacer el ego a su costa, incordiándolo, desorientándolo, importunándolo. Ningún alcalde se atreve a suprimir ese festejo porque sabe que eso le haría perder las siguientes elecciones. Sería cuestión, entonces, de que las directivas de todos los partidos políticos se pusieran de acuerdo y en cada ayuntamiento firmaran todos sus componentes la pertinente orden. Encontrar la solución a menudo es fácil.
La excusa que se suele poner no es tal. La tradición no justifica nada. Hay tradiciones que enorgullecen y otras que no dan más que vergüenza. Con estas últimas no cabe tener contemplaciones. Así como es frecuente y habitual ver pintores, músicos o poetas en las plazas de toros, no se verá ninguno de estos personajes en la suelta de vaquillas en los pueblos.
1 comentario:
Ahhh, o sea, que para usted es cruel correr delante de un toro como por ejemplo Ratón, con un largo historial de sangre a sus pitones, y divertirse a costa de una carrera. Ya. ¿Y montar a caballo también es humillante para el bicho? ¿Y los que tenemos perro? Yo digo querer mucho a mi perro, pero la verdad es que caga y mea cuando a mí me sale de os cojones bajarlo a la calle... eso es cruel...
Un toro no es más que una cabeza de ganado. Punto.
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