Ahora ya no cree que sean convenientes los campeones nacionales de energía, sino otra cosa diferente en el seno de la Unión Europea. Es decir, puesto que Zapatero ganó las elecciones, los españoles estamos en sus manos. Si cree que algo es bueno, pues ya sabemos lo que nos toca y si luego cambia de opinión, pues lo mismo. Pero en algunas cosas no cambia, es terco. Verbigracia: el agua. Aunque esto hay que matizarlo; según qué casos es posible hacer algunas concesiones, aunque luego haya que sustituir unas palabras por otras.
¿Quién le iba a decir a Felipe González, al que en su partido llamaban dios, que iba a ser ninguneado dentro del propio PSOE? Ya lleva varios artículos reclamando que España vuelva a optar por la energía nuclear. “Y eso lo digo yo –afirma- que firmé el decreto de moratoria nuclear”. Pero Zapatero sabe más, claro, o eso cree, y afirma que las centrales nucleares son muy caras y no hay agua para enfriar los reactores. Y ahí se conoce que le duele. Para volver a implantar la energía nuclear en España tiene que revisar toda su política del agua y eso sí que no. Así que él solito y sin contar con nadie, que para eso es el presidente, ha decidido que no.
Una cosa hemos ganado con Zapatero, con respecto a los presidentes anteriores, y es que puesto que su mujer canta, no necesita montar numeritos para hacerse notar. Aquello de “jóvenes y jóvenas” o “mujer mujer”, por ejemplo.
No termina ahí el desdén de Zapatero hacia sus antecesores. Pretende también borrar del mapa las fundaciones de Felipe González y Alfonso Guerra, para refundirlas todas en una de nueva creación. La parte risible surge cuando se notifica que el encargado de crearla y dirigirla es Jesús Caldera. Se entiende que los damnificados se hayan revuelto y no piensen ceder tan fácilmente.
Hay enemigos, enemigos grandes y correligionarios.
¿Quién le iba a decir a Felipe González, al que en su partido llamaban dios, que iba a ser ninguneado dentro del propio PSOE? Ya lleva varios artículos reclamando que España vuelva a optar por la energía nuclear. “Y eso lo digo yo –afirma- que firmé el decreto de moratoria nuclear”. Pero Zapatero sabe más, claro, o eso cree, y afirma que las centrales nucleares son muy caras y no hay agua para enfriar los reactores. Y ahí se conoce que le duele. Para volver a implantar la energía nuclear en España tiene que revisar toda su política del agua y eso sí que no. Así que él solito y sin contar con nadie, que para eso es el presidente, ha decidido que no.
Una cosa hemos ganado con Zapatero, con respecto a los presidentes anteriores, y es que puesto que su mujer canta, no necesita montar numeritos para hacerse notar. Aquello de “jóvenes y jóvenas” o “mujer mujer”, por ejemplo.
No termina ahí el desdén de Zapatero hacia sus antecesores. Pretende también borrar del mapa las fundaciones de Felipe González y Alfonso Guerra, para refundirlas todas en una de nueva creación. La parte risible surge cuando se notifica que el encargado de crearla y dirigirla es Jesús Caldera. Se entiende que los damnificados se hayan revuelto y no piensen ceder tan fácilmente.
Hay enemigos, enemigos grandes y correligionarios.
No hay comentarios:
Publicar un comentario