Acaso inconscientemente, o quizá porque no dan para otra cosa, los políticos españoles se han empeñado en infantilizar al personal. No para otra cosa sirven las televisiones que oficialmente se llaman públicas, porque las pagamos entre todos, pero que en realidad son instrumentos de propaganda al servicio del poder establecido en cada lugar. En ellas se trata de simplificar los conceptos, de encaminar la mirada del público hacia los aspectos que los políticos deciden, porque piensan que les conviene a ellos.
Los propios políticos, cuando se dirigen a los ciudadanos, emplean eslóganes y consignas. Utilizan frases muy estudiadas, con las que buscan que se produzca eso que ellos llaman impacto. Esa palabra no la han inventado los políticos, claro, pero la utilizan mucho, la han hecho suya.
Cada partido trata de identificar, marcar y cercar a sus votantes, para que no se les escape ninguno. Utilizan todas las técnicas al uso para determinar con la mayor precisión el perfil medio de sus votantes. Como resultado, ya no se dirigen al ciudadano ideal, sino al votante medio, con lo que reducen a todos a la medianía, lógicamente también su discurso, y si no se reducen ellos también es porque no es necesario; dado este modo de funcionar, sólo pueden acceder medianías a los cargos de los partidos.
Quienes más ahínco ponen en dejar su marca en los cerebros de los votantes son los nacionalistas, contra los que no vale ningún razonamiento, ellos siguen erre que erre con su martilleo y poco a poco la vida se va haciendo insoportable para quienes no quieren comulgar con ruedas de molino. Quienes optan por uniformarse no toleran quienes deciden otra cosa. Un alto político catalán reprochó al propio presidente de la Generalidad catalana que no hable un catalán perfecto. Un reputado columnista catalán ha escrito que ese reproche ha hecho mucho daño a Cataluña. No se lo hubiera hecho si tan sólo hubiera sido una metedura de pata.
Lo de Ibarretxe es peor. El principal problema que hay en el País Vasco es la ETA. Al lendakari no le da vergüenza no haber acabado con ella. Estos días se habla mucho de los balances fiscales y a Ibarretxe tampoco le da vergüenza. Él atormenta con su cantinela, de la que de un modo u otro piensa sacar provecho.
Los propios políticos, cuando se dirigen a los ciudadanos, emplean eslóganes y consignas. Utilizan frases muy estudiadas, con las que buscan que se produzca eso que ellos llaman impacto. Esa palabra no la han inventado los políticos, claro, pero la utilizan mucho, la han hecho suya.
Cada partido trata de identificar, marcar y cercar a sus votantes, para que no se les escape ninguno. Utilizan todas las técnicas al uso para determinar con la mayor precisión el perfil medio de sus votantes. Como resultado, ya no se dirigen al ciudadano ideal, sino al votante medio, con lo que reducen a todos a la medianía, lógicamente también su discurso, y si no se reducen ellos también es porque no es necesario; dado este modo de funcionar, sólo pueden acceder medianías a los cargos de los partidos.
Quienes más ahínco ponen en dejar su marca en los cerebros de los votantes son los nacionalistas, contra los que no vale ningún razonamiento, ellos siguen erre que erre con su martilleo y poco a poco la vida se va haciendo insoportable para quienes no quieren comulgar con ruedas de molino. Quienes optan por uniformarse no toleran quienes deciden otra cosa. Un alto político catalán reprochó al propio presidente de la Generalidad catalana que no hable un catalán perfecto. Un reputado columnista catalán ha escrito que ese reproche ha hecho mucho daño a Cataluña. No se lo hubiera hecho si tan sólo hubiera sido una metedura de pata.
Lo de Ibarretxe es peor. El principal problema que hay en el País Vasco es la ETA. Al lendakari no le da vergüenza no haber acabado con ella. Estos días se habla mucho de los balances fiscales y a Ibarretxe tampoco le da vergüenza. Él atormenta con su cantinela, de la que de un modo u otro piensa sacar provecho.
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