Pendiente de los grandes eventos, de las recalificaciones que favorecen a clubes de fútbol y de llamar Marxalenes a Marchalenes (lean, lean los blogs de Las Provincias), el ayuntamiento de Valencia no ha caído en la cuenta de que la ordenanza municipal que prohíbe exponer el género en la calle no hace sino quitar alegría a los viandantes.
Quizá venga a cuento explicar que las calles de una ciudad tan grande como Lima están totalmente limpias. ¿Qué pensarán los limeños que han venido a vivir a Valencia? El ayuntamiento pretende limpiar las calles, pero del género vegetal que exponen los comercios del ramo. Lo explica bien María José Pou, en Las Provincias. Pero conviene añadir que las aceras de Valencia están cada día más llenas de ciclistas. Y que la inmensa mayoría de ellos no respeta a quienes se desplazan caminando. Que ayer mismo vi cómo un coche de la policía se saltaba un semáforo que acababa de ponerse en verde para los peatones, habiendo gente esperando para cruzar, mientras el coche que circulaba paralelamente al citado sí que paró. Que alguna vez he visto a un tranvía saltarse un semáforo y que en el caso de los autobuses municipales más vale no hablar. Los vehículos oficiales deberían ser los que más respetaran las normas. Sin embargo, habiendo tanta relajación en tantas cosas, el ayuntamiento se muestra duro en otras.
Las verduras y las frutas son fuente de salud. El hecho de que se muestren en las calles no hace sino fomentar su consumo. Pero es que, además, sirven de adorno y envuelven con sus aromas a quienes pasan por sus cercanías. Embellecen la ciudad y también sirven como recordatorio de la huerta de Valencia, que fue la mejor de Europa. Quienes regentan esos comercios son, en buen número, extranjeros, pero los productos que venden se cultivan, o se cultivaron en tiempos pasados, en nuestra huerta, ésa que da sentido al Tribunal de las Aguas. Mantener esos escaparates en las calles quizá ayude a que perdure un poco más.
Quizá venga a cuento explicar que las calles de una ciudad tan grande como Lima están totalmente limpias. ¿Qué pensarán los limeños que han venido a vivir a Valencia? El ayuntamiento pretende limpiar las calles, pero del género vegetal que exponen los comercios del ramo. Lo explica bien María José Pou, en Las Provincias. Pero conviene añadir que las aceras de Valencia están cada día más llenas de ciclistas. Y que la inmensa mayoría de ellos no respeta a quienes se desplazan caminando. Que ayer mismo vi cómo un coche de la policía se saltaba un semáforo que acababa de ponerse en verde para los peatones, habiendo gente esperando para cruzar, mientras el coche que circulaba paralelamente al citado sí que paró. Que alguna vez he visto a un tranvía saltarse un semáforo y que en el caso de los autobuses municipales más vale no hablar. Los vehículos oficiales deberían ser los que más respetaran las normas. Sin embargo, habiendo tanta relajación en tantas cosas, el ayuntamiento se muestra duro en otras.
Las verduras y las frutas son fuente de salud. El hecho de que se muestren en las calles no hace sino fomentar su consumo. Pero es que, además, sirven de adorno y envuelven con sus aromas a quienes pasan por sus cercanías. Embellecen la ciudad y también sirven como recordatorio de la huerta de Valencia, que fue la mejor de Europa. Quienes regentan esos comercios son, en buen número, extranjeros, pero los productos que venden se cultivan, o se cultivaron en tiempos pasados, en nuestra huerta, ésa que da sentido al Tribunal de las Aguas. Mantener esos escaparates en las calles quizá ayude a que perdure un poco más.
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