Para Mariano Fernández Bermejo las cosas no suelen presentar dificultades. Si le parece que su vivienda precisa una mejora, aunque ninguno de sus anteriores ocupantes la considerara necesaria, echa mano del dinero público y hace la reforma. Si los miembros del PP no están muy conformes con el trato que les da, lo resuelve alegando que le odian. No se plantea la posibilidad de cambiar sus modales con ellos, acaso porque piensa que si lo han nombrado ministro es precisamente por eso. Si alguien protesta porque De Juana Chaos va ir a vivir al mismo barrio en el que viven varias víctimas de ETA, lo que dice Bermejo es lo siguiente: "en el Estado de Derecho cuando alguien cumple su pena lo que debe hacer es salir".
Un alumno del profesor García Fajardo fue condenado a pasar un tiempo en la cárcel. Pidió al profesor que le visitara. “Por favor, no me falle”, le dijo. En este “no me falle” se puede adivinar el deseo de encontrar un brazo firme en el que apoyarse, para cumplir sus ansias de regeneración.
Muy diferente es el caso de De Juana, aunque quizá la Justicia trata del mismo modo a ambos. El etarra no sólo no se arrepiente de sus veinticinco asesinatos, sino que está muy satisfecho de haberlos cometido. El numerito de la “huelga” de hambre, entre otros, así lo atestigua. Y no sólo eso, sino que montó otro tinglado, con la ayuda de un préstamo que le han concedido a muy bajo interés, para evitar indemnizar a sus víctimas. ¿No se le podía haber denegado el préstamo?
Bermejo no ve ningún problema en el hecho de que se instale cerca de algunas víctimas del terrorismo. Cervantes pensaba de otro modo: “La presencia del ofensor suele renovar la injuria en el ofendido”. No sería, por otra parte, el único caso. Azpiazu, otro sanguinario etarra, y también con la ayuda de un préstamo, montó una cristalería en los bajos de la finca en la que vive la viuda de su víctima. Hemos de acostumbrarnos a todo.
Un alumno del profesor García Fajardo fue condenado a pasar un tiempo en la cárcel. Pidió al profesor que le visitara. “Por favor, no me falle”, le dijo. En este “no me falle” se puede adivinar el deseo de encontrar un brazo firme en el que apoyarse, para cumplir sus ansias de regeneración.
Muy diferente es el caso de De Juana, aunque quizá la Justicia trata del mismo modo a ambos. El etarra no sólo no se arrepiente de sus veinticinco asesinatos, sino que está muy satisfecho de haberlos cometido. El numerito de la “huelga” de hambre, entre otros, así lo atestigua. Y no sólo eso, sino que montó otro tinglado, con la ayuda de un préstamo que le han concedido a muy bajo interés, para evitar indemnizar a sus víctimas. ¿No se le podía haber denegado el préstamo?
Bermejo no ve ningún problema en el hecho de que se instale cerca de algunas víctimas del terrorismo. Cervantes pensaba de otro modo: “La presencia del ofensor suele renovar la injuria en el ofendido”. No sería, por otra parte, el único caso. Azpiazu, otro sanguinario etarra, y también con la ayuda de un préstamo, montó una cristalería en los bajos de la finca en la que vive la viuda de su víctima. Hemos de acostumbrarnos a todo.
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