A estas alturas ya resulta más que evidente que cuando la ministra Bibiana ha ido los demás han vuelto. Hablar mal está al alcance de todo el mundo y cualquiera, no sólo ella, sabe que en la Real Academia Española no hay más que tres mujeres. Por cierto que una de ellas creó unos personajes, los hijos de la condesa Soez, que guardan un buen parecido con muchos de nuestros políticos. Son tantas las meteduras de pata de esta ministra que su valedor, Chaves, ha tenido que salir a la palestra para decir que los hay de peores. Bien lo sabe él y bien lo sabemos los demás. Pero no sólo en el gobierno de España los hay de peores, sino también en todos los demás gobiernos autónomos. Sin ir más lejos, en la Comunidad Valenciana hay unos cuantos, Trini Miró, por ejemplo. De ella dijo Baltasar Bueno que no es más tonta porque no se entrena. Recopiló en su Valéncia hui, ese periódico que el gobierno del beato Camps trata de asfixiar, un pequeño porcentaje de las muchas tonterías que va diciendo sin parar. Trini Miró, por supuesto. Otro de los peores es Vicente Rambla, que le niega el pan y la sal a Valéncia hui porque no es su proyecto. El dinero que maneja Rambla es el de todos, pero los proyectos han de interesarle a él, o a quien manda de él, y no a los ciudadanos.
Así que resulta difícil no darle la razón a Manuel Chaves en este punto. Los peores han ido a los ministerios y las consejerías y han ocupado los despachos y pretenden quedarse para siempre. De momento, y a tenor de las explicaciones del presidente andaluz, que admitió que abogado por Bibiana Aido para pagar un favor, y de lo que la propia evidencia sugiere, los votantes han podido comprobar que los políticos ven sus cargos como una propiedad suya y no como una obligación de atender a los ciudadanos.
Así que resulta difícil no darle la razón a Manuel Chaves en este punto. Los peores han ido a los ministerios y las consejerías y han ocupado los despachos y pretenden quedarse para siempre. De momento, y a tenor de las explicaciones del presidente andaluz, que admitió que abogado por Bibiana Aido para pagar un favor, y de lo que la propia evidencia sugiere, los votantes han podido comprobar que los políticos ven sus cargos como una propiedad suya y no como una obligación de atender a los ciudadanos.
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