domingo, 13 de julio de 2008

La entrevista con Carlos Blanco

Todo el mundo usa el ascensor alguna vez, enciende la luz, disfruta del aire acondicionado, toma algún medicamento o, quizás, lee algún libro, productos todos ellos de la inteligencia humana. No todas las cosas buenas se las debemos a la inteligencia. También debemos muchos otros avances humanos a personas dotadas de una gran abnegación, espíritu de sacrificio, heroísmo o amor a la justicia.
Quien gana una carrera pedestre o motorizada es poseedor de unas facultades excepcionales, estas cosas no están al alcance de todos. Son generalmente aplaudidos y admirados. Sin embargo, el hecho de ganar una carrera no reporta ningún beneficio a la sociedad. No es malo aplaudir a los deportistas, pero si se les aplaude a ellos, al menos, habría que respetar a quienes han nacido o desarrollado otras capacidades.
Han hecho una entrevista a Carlos Blanco y muchos de los comentarios que ha suscitado destilan envidia, motivada ésta por la alta capacidad intelectual del personaje. No conviene olvidar que las personas muy inteligentes también son seres humanos, con sus necesidades, virtudes y defectos. Hay quien ve en el detalle de que se declara creyente la prueba de su falta de inteligencia, olvidando que muchos de los grandes genios universales son creyentes. Francis S. Collins, Premio Príncipe de Asturias 2001, intenta demostrar científicamente la existencia de Dios.
Unos superdotados son mejores personas que otros, pero no es justo odiar a nadie por su gran capacidad intelectual, del mismo modo que tampoco se odia a nadie por ser campeón de natación. El grupo humano que componen los superdotados, como tal, tiene problemas específicos, dada su diferencia de gustos y criterios con respecto a la mayoría de la población, que, por otra parte, tiene tendencia a discriminar al diferente. No debería un niño, ni un adulto tampoco, por el hecho de ser mucho más inteligente que la media, sentirse diferente a los demás (y muchas veces sin saber de dónde procede esa diferencia), ni marginado por ese motivo. La sociedad debería aprender a mirar estas cosas con naturalidad y comprender que si cada persona ocupara en la vida el puesto para el que está capacitada, el mundo iría mejor.

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