Finalmente ha prosperado la moción de censura en Denia, con la ayuda de un tránsfuga. El Partido Popular trata de explicarse ante la opinión pública sacando a relucir la situación peculiar que vivía el ayuntamiento de Denia. Ricardo Costa dijo que iba a estudiar el asunto, lo que no era buena señal, puesto que no había nada que estudiar. Como se preveía, ha debido dar el visto bueno y la alcaldía de Denia ha cambiado de manos.
Dicen que Juan Collado no es un tránsfuga, puesto que ya se había dado de baja del PSPV unos meses antes. Da lo mismo, si es cuestión de buscar excusas, el transfuguismo tiene vía libre. Siempre se podrá encontrar una u otra. Lo cierto es que tenemos una clase política ávida por el poder y que nunca reconoce que haya hecho algo mal.
Tiempo atrás, el PSPV gobernaba en un ayuntamiento en precario, por lo que le costaba mucho llevar adelante sus iniciativas. Con un concejal más se solucionaba el problema. El que más les convenía era de Unión Valenciana, que entonces aún tenía muchos votos en la Comunidad Valenciana. El mayor problema lo presentaba el hecho de que, como es sabido, Unión Valenciana defendía la lengua valenciana y el PSPV de ese pueblo usaba un catalán no como el de Francisco Camps de hoy, sino como el de Carod Rovira. Pues le ofrecieron la concejalía de Urbanismo y el buen hombre aceptó. Ese ayuntamiento siguió utilizando un catalán muy pulcro y no sé lo que pensarían los votantes del citado concejal, ni tampoco se entiende que no lo expulsaran del partido. Hay pactos que resultan feos, se les mire por donde se les mire. Y si se da este caso, no se deben llevar a efecto, por muy limpios que sean los motivos.
Cuando se firma un pacto contra el transfuguismo hay que ser consciente de que no se debe tolerar ni siquiera lo que parece transfuguismo aunque no lo sea. Cuando un político, o un partido entero, se deja vencer por la tentación, ya no es de fiar.
Dicen que Juan Collado no es un tránsfuga, puesto que ya se había dado de baja del PSPV unos meses antes. Da lo mismo, si es cuestión de buscar excusas, el transfuguismo tiene vía libre. Siempre se podrá encontrar una u otra. Lo cierto es que tenemos una clase política ávida por el poder y que nunca reconoce que haya hecho algo mal.
Tiempo atrás, el PSPV gobernaba en un ayuntamiento en precario, por lo que le costaba mucho llevar adelante sus iniciativas. Con un concejal más se solucionaba el problema. El que más les convenía era de Unión Valenciana, que entonces aún tenía muchos votos en la Comunidad Valenciana. El mayor problema lo presentaba el hecho de que, como es sabido, Unión Valenciana defendía la lengua valenciana y el PSPV de ese pueblo usaba un catalán no como el de Francisco Camps de hoy, sino como el de Carod Rovira. Pues le ofrecieron la concejalía de Urbanismo y el buen hombre aceptó. Ese ayuntamiento siguió utilizando un catalán muy pulcro y no sé lo que pensarían los votantes del citado concejal, ni tampoco se entiende que no lo expulsaran del partido. Hay pactos que resultan feos, se les mire por donde se les mire. Y si se da este caso, no se deben llevar a efecto, por muy limpios que sean los motivos.
Cuando se firma un pacto contra el transfuguismo hay que ser consciente de que no se debe tolerar ni siquiera lo que parece transfuguismo aunque no lo sea. Cuando un político, o un partido entero, se deja vencer por la tentación, ya no es de fiar.
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