Dicen algunos analistas políticos, proclives a defender todo lo que hace el presidente, que no puede reconocer la gravedad de la crisis, para que no cunda el pánico entre la población. Y es que quien quiere encuentra explicación para todo. Sube la luz; baja la bolsa; crecen vertiginosamente las cuotas a pagar por los préstamos hipotecarios; bajan los precios de las viviendas, con lo que no se puede vender la vivienda para no tener que pagar la cuota; sube desmesuradamente la cesta de la compra, porque el IPC de los pobres es superior al oficial. O sea que salvo Botín, Zapatero y unos cuantos más, el personal ve el futuro negro, como se deduce del hecho de que se invierta muy poco en bolsa y no se vendan pisos.
La crisis está ahí, con todas las letras y sin que sea posible negarla. Y para los ciudadanos resultaría mucho más tranquilizador que el gobierno la reconociera y que demostrara que está buscando la mejor solución para todos, sin actuar de forma electoralista. Ningún partido puede echarle nada en cara a los demás, puesto que no puede demostrar que hubiera actuado conscientemente allí en donde gobierna. Los que no gobiernan en ningún sitio tampoco alertaron de lo que podía ocurrir.
Puesto que ningún partido fue capaz de comportarse de forma responsable construía más de lo necesario (y habría que preguntar los motivos por los que fue así, ya que las hemerotecas dan fe de que la circunstancia era conocida), ahora sería fácil que todos se pusieran de acuerdo para buscar la solución al unísono. Probablemente, a los ciudadanos les tranquilizaría saber que los partidos políticos, o buena parte de ellos, habían dejado aparte sus diferencias y se habían dedicado a buscar el mejor modo de enfrentar la situación. Resulta difícil de imaginar que los nacionalistas acepten colaborar en este propósito y olviden, aunque sólo sea transitoriamente, su tendencia a reivindicar. Saber cuáles son las prioridades es una exigencia para los buenos políticos.
La crisis está ahí, con todas las letras y sin que sea posible negarla. Y para los ciudadanos resultaría mucho más tranquilizador que el gobierno la reconociera y que demostrara que está buscando la mejor solución para todos, sin actuar de forma electoralista. Ningún partido puede echarle nada en cara a los demás, puesto que no puede demostrar que hubiera actuado conscientemente allí en donde gobierna. Los que no gobiernan en ningún sitio tampoco alertaron de lo que podía ocurrir.
Puesto que ningún partido fue capaz de comportarse de forma responsable construía más de lo necesario (y habría que preguntar los motivos por los que fue así, ya que las hemerotecas dan fe de que la circunstancia era conocida), ahora sería fácil que todos se pusieran de acuerdo para buscar la solución al unísono. Probablemente, a los ciudadanos les tranquilizaría saber que los partidos políticos, o buena parte de ellos, habían dejado aparte sus diferencias y se habían dedicado a buscar el mejor modo de enfrentar la situación. Resulta difícil de imaginar que los nacionalistas acepten colaborar en este propósito y olviden, aunque sólo sea transitoriamente, su tendencia a reivindicar. Saber cuáles son las prioridades es una exigencia para los buenos políticos.
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