sábado, 5 de julio de 2008

Pepiño, Zapatero y el Manifiesto

Hace unas pocas fechas Javier Marías y Arturo Pérez-Reverte se deshacían en elogios hacia Mario Vargas Llosa. Hace bastante menos tiempo, en un periódico afín al gobierno, se ha tildado al escritor peruano de mamporrero; y, junto con él, a los demás promotores del Manifiesto por la lengua común. En torno a este asunto la cuestión estriba en que se puede estar de acuerdo o en desacuerdo con el citado documento, pero no se puede negar el derecho de sus promotores a tener dicha iniciativa. Lo que espera la sociedad de los intelectuales es, precisamente, que denuncien los excesos del poder. Por supuesto que se pueden equivocar, pero si temieran que ocurriera eso no alzarían nunca su voz.
El Manifiesto se está debatiendo, a unos no les gusta y otros se adhieren. Eso es lo correcto y habiendo conseguido que se hable tanto de la cuestión los promotores ya han conseguido mucho. En el caso del PSOE, que ahora anda celebrando su Congreso, la cosa ha quedado del siguiente modo: primero, José Blanco ha lanzado una consigna en contra del citado Manifiesto; posteriormente, el presidente Zapatero ha repetido la misma consigna, con palabras bastante parecidas. La argumentación ha brillado por su ausencia y al final ha quedado alguna pregunta flotando: ¿necesitan los asistentes al Congreso que se les digan las cosas dos veces? Puesto que esta es una cuestión que no tiene que ver estrictamente con el ideario socialista no parece descabellado pensar que algunos de los asistentes estén a favor del Manifiesto, ¿se atreverán a decirlo en ese caso?
Es conveniente que se debata la iniciativa de ese nutrido grupo de intelectuales, a los que se van uniendo bastantes más. Y que quienes no están de acuerdo expliquen sus motivos, con los que quizá logren convencernos. Algunos esperamos algo más que consignas. Lo que dijo Nora Catelli en El País, el 3 de julio, fue lo siguiente:

“Por eso hay que garantizar institucionalmente la existencia del catalán, lo cual no se hará nunca sin tensiones.”


Con esta frase da la razón a los firmantes del Manifiesto; bien es cierto que, aunque reconoce que existen, se decanta por permitir dichas tensiones. Probablemente sería mejor para todos que se fomentaran y protegieran todas las lenguas españolas, sin poner cortapisas a las demás. Al final, quienes salen perjudicados son los alumnos.

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