Si fijarse en las personas con las que se rodea alguien ayuda a conocer a éste, hay gestos que también resultan muy significativos y clarificadores. En el caso de Francisco Camps, bastaría con centrar la mirada en Vicente Rambla, por ejemplo, para tener una idea bastante aproximada. Pero este párrafo de César Alonso de los Ríos “Hace unos tres años Francisco Camps tuvo la osadía de explicarme a mí como una novedad la desgracia que suponía el hecho de que el PSOE se hubiera pasado a la defensa de las tesis nacionalistas. ¿Por qué Camps me hizo este discurso a mí, que había escrito más de un libro sobre la cuestión y que ha sido una constante en mis artículos?”, publicado hoy en el ABC, a mí me parece definitivo.
Acostumbrado a los pelotas que, por lo común, le rodean y quizá ponen cara de extasiados cuando les habla desde lo alto de su imaginario pedestal, luego cree que todos son igual. Esto no me lo invento yo, no hay más que fijarse en las fotos que aparecen en la prensa, para percatarse de que habla como si fuera Dios en el Sinaí y los consejeros, sean los que sean, siempre le escuchan con tanta atención que parece fingida.
Tanta rigidez en Francisco Camps, ese no reconocer que los demás también pueden tener ideas y que éstas pueden ser diferentes o mejores que las suyas, revela que en el fondo es muy inseguro. Ello explicaría, por otra parte, lo poco en lo que lo valora Zaplana, que lo tuvo de consejero. Y también explica que Aznar decidiera apostar por él.
De modo que tenemos un presidente rígido y sin cintura, porque sólo se fía de aquello que cree que le sirve, que es incapaz de rectificar, salvo que no quede otra opción, como se ha visto en el caso de Educación para la Ciudadanía. El problema de los valencianos es que la oposición vive en otro mundo, en el que proliferan los dogmas de cierto tipo, los compromisos con el pasado.
Acostumbrado a los pelotas que, por lo común, le rodean y quizá ponen cara de extasiados cuando les habla desde lo alto de su imaginario pedestal, luego cree que todos son igual. Esto no me lo invento yo, no hay más que fijarse en las fotos que aparecen en la prensa, para percatarse de que habla como si fuera Dios en el Sinaí y los consejeros, sean los que sean, siempre le escuchan con tanta atención que parece fingida.
Tanta rigidez en Francisco Camps, ese no reconocer que los demás también pueden tener ideas y que éstas pueden ser diferentes o mejores que las suyas, revela que en el fondo es muy inseguro. Ello explicaría, por otra parte, lo poco en lo que lo valora Zaplana, que lo tuvo de consejero. Y también explica que Aznar decidiera apostar por él.
De modo que tenemos un presidente rígido y sin cintura, porque sólo se fía de aquello que cree que le sirve, que es incapaz de rectificar, salvo que no quede otra opción, como se ha visto en el caso de Educación para la Ciudadanía. El problema de los valencianos es que la oposición vive en otro mundo, en el que proliferan los dogmas de cierto tipo, los compromisos con el pasado.
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