Así titula María José Pou Amérigo su artículo de hoy, en el que se refiere al paradójico caso de que siendo así que cada vez hay menos gente que cree en Dios se mantiene, sin embargo, la fe en la suerte. Concuerdo con ella en su planteamiento, pero me permito añadir que todavía hay más gente que cree en la impunidad que en la suerte.
No escasean quienes abusan de personas indefensas, sin duda porque ignoran el daño que se hacen a sí mismas. Por algo dijo Goethe que la más cruel de las venganzas consiste en no vengarse. La suerte, en cambio, contiene una gran cantidad de variables que ningún ser humano es capaz de abarcar. Freud agradecía haber tenido una vida muy difícil y eso indica que pensaba que si hubiera tenido lo que comúnmente se tiene por suerte no hubiera adquirido unos conocimientos que consideró de mayor valor que los padecimientos que le habían costado.
Pero volviendo al artículo citado al principio y concretamente en lo que respecta a la pérdida de fe en Dios, también me atrevo a añadir que en lo que a mí se refiere, y al igual que María José Pou Amérigo, deseo que exista; pero que después de haber tratado con mucha gente que siempre tiene su nombre en los labios, sacerdotes, monjas y seglares sumamente devotos, la impresión que me queda es que no he conocido a nadie que realmente tenga fe; más bien me hacen pensar en aquel mandamiento que dice que no hay que tomar el nombre de Dios en vano. Debo añadir que nunca he tratado a María José Pou Amérigo, por tanto, no se la puede considerar incluida en la lista.
La fe no se puede lograr por decreto, ni por imposición, ni mediante discursos teóricos. En los dos primeros casos, como mucho, se fomenta la hipocresía, en el tercero ni siquiera eso. Quienes de verdad quieran fomentar la fe en Dios deben intentar conseguirlo con su actitud, con sus actos. Por sus hechos los conoceréis.
No escasean quienes abusan de personas indefensas, sin duda porque ignoran el daño que se hacen a sí mismas. Por algo dijo Goethe que la más cruel de las venganzas consiste en no vengarse. La suerte, en cambio, contiene una gran cantidad de variables que ningún ser humano es capaz de abarcar. Freud agradecía haber tenido una vida muy difícil y eso indica que pensaba que si hubiera tenido lo que comúnmente se tiene por suerte no hubiera adquirido unos conocimientos que consideró de mayor valor que los padecimientos que le habían costado.
Pero volviendo al artículo citado al principio y concretamente en lo que respecta a la pérdida de fe en Dios, también me atrevo a añadir que en lo que a mí se refiere, y al igual que María José Pou Amérigo, deseo que exista; pero que después de haber tratado con mucha gente que siempre tiene su nombre en los labios, sacerdotes, monjas y seglares sumamente devotos, la impresión que me queda es que no he conocido a nadie que realmente tenga fe; más bien me hacen pensar en aquel mandamiento que dice que no hay que tomar el nombre de Dios en vano. Debo añadir que nunca he tratado a María José Pou Amérigo, por tanto, no se la puede considerar incluida en la lista.
La fe no se puede lograr por decreto, ni por imposición, ni mediante discursos teóricos. En los dos primeros casos, como mucho, se fomenta la hipocresía, en el tercero ni siquiera eso. Quienes de verdad quieran fomentar la fe en Dios deben intentar conseguirlo con su actitud, con sus actos. Por sus hechos los conoceréis.
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