Según información que ofrece hoy el diario Las Provincias y que no he podido encontrar en otros medios españoles, una empresa ficticia chilena estafó once millones de euros a 100 inversores valencianos y 20 empresas.
Según comenta J.A. Marrahí, autor del reportaje, al que habrá que felicitar, el método consistía en ofrecer terrenos en las regiones chilenas Metropolitana y Libertador Bernardo O’Higgins, que la citada empresa ficticia afirmaba haber obtenido en subastas.
Resulta descorazonador que a estas alturas, y a pesar de que estamos sumidos en una crisis brutal por culpa de la codicia, todavía haya quien sea capaz de arriesgar tanto, en un país tan alejado, en su intento de multiplicar su capital. Y es que, además, desde el principio, el negocio no era limpio, puesto que a los incautos inversores se le hacía creer que habían “soplones” de por medio dispuestos a ayudarles a conseguir gangas.
Y ahora la policía española, como si no tuviera bastante trabajo con los delitos que se producen, tiene que ayudar a estos despabilados a que recuperen su dinero. La cuestión es más grave si se tiene en cuenta que 20 de los damnificados son empresas. La experiencia dice que es inevitable que un porcentaje de particulares, por codicia o por credulidad, caiga en las redes de los tramposos. Por más avisos que se pongan, por más advertencias que se hagan siempre hay quien cae en el caso del phishing, no falta quien pica en el timo de la estampita.
Por su parte, se supone que las empresas son dirigidas de forma eficiente, miden sus riesgos, puesto que suelen tener trabajadores y no deben poner en peligro los puestos de trabajo, y disponen de gabinetes jurídicos. No se entiende que hayan aceptado documentos falsificados, e incluso extendidos por un notario que había sido expulsado de la Corte de Apelaciones.
En su atrevimiento, los acusados llegaron a ofrecer el edificio de la Embajada de Alemania en Chile.
Según comenta J.A. Marrahí, autor del reportaje, al que habrá que felicitar, el método consistía en ofrecer terrenos en las regiones chilenas Metropolitana y Libertador Bernardo O’Higgins, que la citada empresa ficticia afirmaba haber obtenido en subastas.
Resulta descorazonador que a estas alturas, y a pesar de que estamos sumidos en una crisis brutal por culpa de la codicia, todavía haya quien sea capaz de arriesgar tanto, en un país tan alejado, en su intento de multiplicar su capital. Y es que, además, desde el principio, el negocio no era limpio, puesto que a los incautos inversores se le hacía creer que habían “soplones” de por medio dispuestos a ayudarles a conseguir gangas.
Y ahora la policía española, como si no tuviera bastante trabajo con los delitos que se producen, tiene que ayudar a estos despabilados a que recuperen su dinero. La cuestión es más grave si se tiene en cuenta que 20 de los damnificados son empresas. La experiencia dice que es inevitable que un porcentaje de particulares, por codicia o por credulidad, caiga en las redes de los tramposos. Por más avisos que se pongan, por más advertencias que se hagan siempre hay quien cae en el caso del phishing, no falta quien pica en el timo de la estampita.
Por su parte, se supone que las empresas son dirigidas de forma eficiente, miden sus riesgos, puesto que suelen tener trabajadores y no deben poner en peligro los puestos de trabajo, y disponen de gabinetes jurídicos. No se entiende que hayan aceptado documentos falsificados, e incluso extendidos por un notario que había sido expulsado de la Corte de Apelaciones.
En su atrevimiento, los acusados llegaron a ofrecer el edificio de la Embajada de Alemania en Chile.
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