Resulta bastante significativo que tras la tontería de Joan Tardà, nada menos que un medio tan importante como El Periódico le haya dedicado un editorial en el que dice que sus palabras van a ser utilizadas como un estilete contra Cataluña. En el propio editorial Joan Tardà y su partido quedan muy mal parados, puesto que del partido se dice que es incapaz de alcanzar la madurez y de Tardà que es dado a la palabra gruesa y a los excesos verbales.
Algo falla en Cataluña cuando los gestos de personajes como este, al que el presidente del Congreso tiene en poco, puesto que le tilda de primario, alcanzan tanta relevancia que se espera que se utilicen de este modo. Sin salir de Barcelona, recuerdo a Ancio, Bancio, Cancio, Dancio, Encio y Furcio, hijos de la Condesa Soez y todos ellos personajes de Olvidado rey Gudú, de Ana María Matute.
Es curioso que Joan Tardà, o el coronado de espinas, Carod Rovira, representen mejor a Cataluña que la mayoría de sus muchos intelectuales de vanguardia. Si Rosa Díez habla en Barcelona, se puede comparar este hecho con el de un nazi que diserte sobre el holocausto en un centro judío y nadie se rasga las vestiduras por ello. Barbaridades de este calibre se dan por buenas sin más.
No voy a defender el ideario de Rosa Díez, puesto que no es necesario; simplemente, basta con recordar que cabe dentro de la constitución de cualquier país democrático, y que además cuenta con el respaldo de reconocidos intelectuales. El hecho de que algunos socios del Ateneu Barcelonés protestaran porque se le dejó hablar allí es esperpéntico.
Vivimos tiempos en los que la gente se ha vuelto muy cómoda. Prefiere equivocarse con la mayoría a acertar en solitario. No saben quienes así actúan lo abrigado que se siente quien sigue su propio camino. Poco le importa acertar o errar a quien prefiere seguir los rumbos ajenos con tal de no ir solo. Quien opta por su propia vía, pretende la verdad.
Algo falla en Cataluña cuando los gestos de personajes como este, al que el presidente del Congreso tiene en poco, puesto que le tilda de primario, alcanzan tanta relevancia que se espera que se utilicen de este modo. Sin salir de Barcelona, recuerdo a Ancio, Bancio, Cancio, Dancio, Encio y Furcio, hijos de la Condesa Soez y todos ellos personajes de Olvidado rey Gudú, de Ana María Matute.
Es curioso que Joan Tardà, o el coronado de espinas, Carod Rovira, representen mejor a Cataluña que la mayoría de sus muchos intelectuales de vanguardia. Si Rosa Díez habla en Barcelona, se puede comparar este hecho con el de un nazi que diserte sobre el holocausto en un centro judío y nadie se rasga las vestiduras por ello. Barbaridades de este calibre se dan por buenas sin más.
No voy a defender el ideario de Rosa Díez, puesto que no es necesario; simplemente, basta con recordar que cabe dentro de la constitución de cualquier país democrático, y que además cuenta con el respaldo de reconocidos intelectuales. El hecho de que algunos socios del Ateneu Barcelonés protestaran porque se le dejó hablar allí es esperpéntico.
Vivimos tiempos en los que la gente se ha vuelto muy cómoda. Prefiere equivocarse con la mayoría a acertar en solitario. No saben quienes así actúan lo abrigado que se siente quien sigue su propio camino. Poco le importa acertar o errar a quien prefiere seguir los rumbos ajenos con tal de no ir solo. Quien opta por su propia vía, pretende la verdad.
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