Un columnista valenciano, que falleció hace algún tiempo, escribió que “to be or not to be” debía traducirse por “estar o no estar”. Él era Doctor en Filosofía y había sido profesor de una universidad de Estados Unidos, por lo que no puede entenderse que hablara a la ligera. Acaso esta afirmación suya, más que para otra cosa, sirviera para definirlo a él. Cabe pensar que lo que le interesaba era estar. Su inmenso caudal de conocimientos bien pudo obedecer a ese fin. Ser una enciclopedia andante es un modo de estar. Tras su muerte, Rafa Marí, que lo había tratado mucho, escribió que le gustaba enormemente debatir y vencer y ver como se marcaba en la derrota en el gesto de su oponente. Vencer, apabullar al rival dialéctico, es otro modo de estar.
Queda una pregunta flotando en el aire: ¿Para qué sirve estar sin ser? Yo soy el que soy, respondió Dios a Moisés. ¿Por qué renuncia la gente a ser? Acaso en la dificultad de la empresa esté la respuesta. Para ser hay que iniciar una búsqueda, internarse en caminos azarosos, apartarse de lo trillado. La búsqueda del ser es siempre individual. “Ser” significa comprometerse con la justicia. Quien convive con la injusticia, acomodándose a ella, puede que “esté” pero, sin duda, “no es”.
Aquellos que son capaces de convivir con la injusticia sin inmutarse, sin que surja un grito de rebeldía de sus gargantas, sin ser capaces de tener ningún sentimiento solidario hacia las víctimas, sin avergonzarse de su silencio cómplice, son muertos vivientes.
Hoy se celebra el día de la Constitución, que consagra el derecho a “ser”. Quien quiere “ser” necesita inevitablemente reconocer que los demás también tienen ese derecho. Quienes niegan ese derecho a otros renuncian al suyo.
Francisco Pérez Puche, acaso la persona viva que mejor conoce Valencia, se refiere en su columna de hoy a Emilio Attard, a quien Adolfo Suárez distinguió nombrándole presidente de la Comisión Constitucional del Congreso. Estuve muchas veces en casa de Emilio Attard y tengo sus libros. Las circunstancias y no mi pericia me han permitido tener un conocimiento bastante exacto de él. Procede recordar ahora que deseaba ser reconocido como uno de los padres de la Constitución.
Queda una pregunta flotando en el aire: ¿Para qué sirve estar sin ser? Yo soy el que soy, respondió Dios a Moisés. ¿Por qué renuncia la gente a ser? Acaso en la dificultad de la empresa esté la respuesta. Para ser hay que iniciar una búsqueda, internarse en caminos azarosos, apartarse de lo trillado. La búsqueda del ser es siempre individual. “Ser” significa comprometerse con la justicia. Quien convive con la injusticia, acomodándose a ella, puede que “esté” pero, sin duda, “no es”.
Aquellos que son capaces de convivir con la injusticia sin inmutarse, sin que surja un grito de rebeldía de sus gargantas, sin ser capaces de tener ningún sentimiento solidario hacia las víctimas, sin avergonzarse de su silencio cómplice, son muertos vivientes.
Hoy se celebra el día de la Constitución, que consagra el derecho a “ser”. Quien quiere “ser” necesita inevitablemente reconocer que los demás también tienen ese derecho. Quienes niegan ese derecho a otros renuncian al suyo.
Francisco Pérez Puche, acaso la persona viva que mejor conoce Valencia, se refiere en su columna de hoy a Emilio Attard, a quien Adolfo Suárez distinguió nombrándole presidente de la Comisión Constitucional del Congreso. Estuve muchas veces en casa de Emilio Attard y tengo sus libros. Las circunstancias y no mi pericia me han permitido tener un conocimiento bastante exacto de él. Procede recordar ahora que deseaba ser reconocido como uno de los padres de la Constitución.
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