Se refiere Ignacio Camacho en su artículo de hoy en el ABC a cierto inocente, que no puede ser otro que Zapatero; desde el principio queda claro que no es tan inocente, sino que más bien se lo cree él que lo es. Dice que carece del sentido de culpa y no es el único que ha reparado en ello. Se trata de un dato ciertamente preocupante y todavía lo es más si tenemos en cuenta que no es el único político de quien se puede decir eso.
Pero sí que hay inocentes en el mundo. Sí que hay personas con derecho a celebrar hoy su fiesta. Son aquellos que “Donde hay vino, beben vino; donde no hay vino, agua fresca”. Tienen derecho a considerarse inocentes, y por tanto víctimas de los descendientes morales de Herodes, aquellos que no creen que todo lo que hacen los de un bando está bien y lo que hacen los del otro está mal. Aquellos que confían en la buena fe de los demás y se ven sorprendidos por quienes más obligación tienen de comportarse según se espera de ellos.
¡Ay! si se hiciera un censo de todos los que han sido traicionados, burlados, escarnecidos, pisoteados, por aquellos a quienes tuvieron que confiar la defensa de sus intereses; quienes deseaban seguir soñando, quienes se empeñaban en creer que el sistema les apoyaba en la defensa de su dignidad y se dieron de bruces contra el egoísmo circundante, ése que hace que los que tienen un estatus y no desean ponerlo en riesgo traicionen, delaten o pisoteen.
No faltarían entre esta caterva altos clérigos, reputados juristas, tenebrosos psicópatas que se protegen con pseudónimos, adulterados profesionales de cualquier cosa que proporcione pingües beneficios, predicadores y tomadores del nombre de Dios en vano, ventrílocuos vocacionales que temen tener ideas propias, por si éstas les causan algún problema, charlatanes que se dedican a la política, y muchos más. El mundo se divide en dos. Que cada cual coloque a Zapatero en el grupo al que cree que pertenece.
Pero sí que hay inocentes en el mundo. Sí que hay personas con derecho a celebrar hoy su fiesta. Son aquellos que “Donde hay vino, beben vino; donde no hay vino, agua fresca”. Tienen derecho a considerarse inocentes, y por tanto víctimas de los descendientes morales de Herodes, aquellos que no creen que todo lo que hacen los de un bando está bien y lo que hacen los del otro está mal. Aquellos que confían en la buena fe de los demás y se ven sorprendidos por quienes más obligación tienen de comportarse según se espera de ellos.
¡Ay! si se hiciera un censo de todos los que han sido traicionados, burlados, escarnecidos, pisoteados, por aquellos a quienes tuvieron que confiar la defensa de sus intereses; quienes deseaban seguir soñando, quienes se empeñaban en creer que el sistema les apoyaba en la defensa de su dignidad y se dieron de bruces contra el egoísmo circundante, ése que hace que los que tienen un estatus y no desean ponerlo en riesgo traicionen, delaten o pisoteen.
No faltarían entre esta caterva altos clérigos, reputados juristas, tenebrosos psicópatas que se protegen con pseudónimos, adulterados profesionales de cualquier cosa que proporcione pingües beneficios, predicadores y tomadores del nombre de Dios en vano, ventrílocuos vocacionales que temen tener ideas propias, por si éstas les causan algún problema, charlatanes que se dedican a la política, y muchos más. El mundo se divide en dos. Que cada cual coloque a Zapatero en el grupo al que cree que pertenece.
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