La cantinela que se viene escuchando es que los bancos no prestan, como si los bancos tuvieran la culpa de la crisis. Los bancos tienen su parte de culpa, pero no toda. A decir verdad, la crisis era imparable. Ahora que ya no hay nadie que la pueda negar y se puede pensar en ella desde todos los ángulos, cabe verla como una bola de nieve que iba creciendo más y más.
La sociedad opulenta ha estado viviendo por encima de sus posibilidades; prácticamente todos los sectores han participado de esta locura, que ahora se reconoce que no podía terminar bien. También se puede decir que algunos de esos sectores y precisamente los que tenían la obligación de poner algo de cordura, como son los bancos y los partidos políticos, echaron leña al fuego. En el apartado de los bancos, lógicamente, hay que incluir a las cajas de ahorros.
Los políticos porque cobran de los ciudadanos para cuidar sus intereses. Y en lugar de ello, estuvieron fomentando más y más la construcción y con ello el derroche, porque supuestamente convenía a los ayuntamientos que gobernaban. Ni se les ocurrió poner freno, ni aconsejar a sus alcaldes que se moderaran. Se puede pensar que interesaba a los partidos también.
Las entidades financieras tienen personal especializado que debió prever lo que podía ocurrir. Pero prefirieron cerrar los ojos y correr la carrera de la multiplicación rápida de beneficios. Y ahora no es que no quieran prestar dinero, que sí que quieren; es que como todos los demás, no saben hasta dónde podrán resistir. No es que no se fíen de nadie, es que no quieren ser los primeros en caer.
Vivimos una crisis en la que la clave se llama desconfianza. No hay que poner la mirada en los bancos, pues, sino en los políticos. Lo que ocurre es que éstos que deberían haber sido los primeros en tratar de generar confianza, haciendo ver a la gente que se tomaban en serio los problemas, que eran capaces de ponerse de acuerdo por este motivo y pactar medidas. Pero no. En España, los políticos son los que más desconfianza generan.
La sociedad opulenta ha estado viviendo por encima de sus posibilidades; prácticamente todos los sectores han participado de esta locura, que ahora se reconoce que no podía terminar bien. También se puede decir que algunos de esos sectores y precisamente los que tenían la obligación de poner algo de cordura, como son los bancos y los partidos políticos, echaron leña al fuego. En el apartado de los bancos, lógicamente, hay que incluir a las cajas de ahorros.
Los políticos porque cobran de los ciudadanos para cuidar sus intereses. Y en lugar de ello, estuvieron fomentando más y más la construcción y con ello el derroche, porque supuestamente convenía a los ayuntamientos que gobernaban. Ni se les ocurrió poner freno, ni aconsejar a sus alcaldes que se moderaran. Se puede pensar que interesaba a los partidos también.
Las entidades financieras tienen personal especializado que debió prever lo que podía ocurrir. Pero prefirieron cerrar los ojos y correr la carrera de la multiplicación rápida de beneficios. Y ahora no es que no quieran prestar dinero, que sí que quieren; es que como todos los demás, no saben hasta dónde podrán resistir. No es que no se fíen de nadie, es que no quieren ser los primeros en caer.
Vivimos una crisis en la que la clave se llama desconfianza. No hay que poner la mirada en los bancos, pues, sino en los políticos. Lo que ocurre es que éstos que deberían haber sido los primeros en tratar de generar confianza, haciendo ver a la gente que se tomaban en serio los problemas, que eran capaces de ponerse de acuerdo por este motivo y pactar medidas. Pero no. En España, los políticos son los que más desconfianza generan.
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