Soy de aquellos a quienes Rosa Montero cae bien, aunque sin llegar a la veneración. Esta aclaración, que vale para todos y no sólo para la popular novelista, se debe a que no me gusta comulgar con ruedas de molino. Me cae bien porque creo que lucha honradamente contra la injusticia y la desigualdad.
He dicho alguna vez, por otra parte, que no guardo buen recuerdo de las monjas que he tratado –cabría decir que he padecido-, incluidas las hermanas de la Caridad. Las conocí en mi infancia y no hay nada como encontrarse en estado de indefensión para conocer a la gente. También dije no por ello pienso que todas las monjas son iguales. Como tampoco son iguales todos los componentes de cualquier grupo humano.
Y ya que ha salido a relucir la indefensión, es conveniente recordar que Rosa Montero es las que se ha puesto inequívocamente al lado del pueblo saharaui, ése al que ni la ONU socorre, para vergüenza de la humanidad. Por cierto que la Coordinadora Estatal Sahara (ceas-sahara@ceas-sahara.es) ha organizado el anual viaje "Amanecer 2009 con los saharauis (28 diciembre -3 enero)".
El asunto es que Rosa Montero ha escrito hoy un artículo en El País, en el que hace una entusiasta apología de la tolerancia, como no podía ser menos en ella, al tiempo que critica al sectarismo tan presente en nuestra vida cotidiana. Y tras tanta maravilla teórica pasa a referirse, también con teórica buena intención, a santa Maravillas, y ¡oh! maravilla, le llama pobre monja. ¿Por qué pobre? Si José Bono, una vez resueltos los problemas que más le preocupaban y con mejor estilo que Anasagasti, ha decidido homenajear o glorificar a la monja, será porque es rica en algo. Y aunque la Iglesia católica esté santificando a tantas personas últimamente no cabe desdeñar que sor Maravillas se merezca el título de santa, por haber sido realmente buena. Cuando José Bono vio frustrado su intento, soltó un ex abrupto, que no puede ser del agrado de aquella a la que pretendía favorecer. A Rosa Montero le traicionado el subconsciente, lo cual seguro que es menos grave que otras reacciones acerca de esta misma cuestión.
He dicho alguna vez, por otra parte, que no guardo buen recuerdo de las monjas que he tratado –cabría decir que he padecido-, incluidas las hermanas de la Caridad. Las conocí en mi infancia y no hay nada como encontrarse en estado de indefensión para conocer a la gente. También dije no por ello pienso que todas las monjas son iguales. Como tampoco son iguales todos los componentes de cualquier grupo humano.
Y ya que ha salido a relucir la indefensión, es conveniente recordar que Rosa Montero es las que se ha puesto inequívocamente al lado del pueblo saharaui, ése al que ni la ONU socorre, para vergüenza de la humanidad. Por cierto que la Coordinadora Estatal Sahara (ceas-sahara@ceas-sahara.es) ha organizado el anual viaje "Amanecer 2009 con los saharauis (28 diciembre -3 enero)".
El asunto es que Rosa Montero ha escrito hoy un artículo en El País, en el que hace una entusiasta apología de la tolerancia, como no podía ser menos en ella, al tiempo que critica al sectarismo tan presente en nuestra vida cotidiana. Y tras tanta maravilla teórica pasa a referirse, también con teórica buena intención, a santa Maravillas, y ¡oh! maravilla, le llama pobre monja. ¿Por qué pobre? Si José Bono, una vez resueltos los problemas que más le preocupaban y con mejor estilo que Anasagasti, ha decidido homenajear o glorificar a la monja, será porque es rica en algo. Y aunque la Iglesia católica esté santificando a tantas personas últimamente no cabe desdeñar que sor Maravillas se merezca el título de santa, por haber sido realmente buena. Cuando José Bono vio frustrado su intento, soltó un ex abrupto, que no puede ser del agrado de aquella a la que pretendía favorecer. A Rosa Montero le traicionado el subconsciente, lo cual seguro que es menos grave que otras reacciones acerca de esta misma cuestión.
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