Estos días ha salido a la luz la noticia de que un indigente que estaba viviendo en la Casa de la Caridad, aunque también había pasado muchas temporadas en la calle, no podía cobrar del paro porque le faltaba un día de cotización. Además, pronto iba a tener que abandonar la Casa de la Caridad, según le habían dicho, por lo que iba a volver a la calle.
En lo que a mí respecta, reconozco que mis conocimientos sobre los requisitos que se necesitan para poder cobrar el paro son escasos o nulos, pero tampoco he visto que el Levante-EMV, que ha dado la noticia haya publicado ninguna nota sobre la normativa vigente que complete la información.
De todos modos, el asunto presenta algunas cuestiones que merecen ser analizadas, puesto que ponen al descubierto el desinterés de nuestra sociedad por el prójimo. Vemos a diario que hay muchos que se esfuerzan por lograr “clientes”, parroquias, sindicatos, partidos políticos, asociaciones, etc. Pero una vez conseguido el “cliente”, se despreocupan de él, no les importan sus problemas, su modo de ver la vida, y si lo hacen es, generalmente, para manipularlo mejor.
El caso del indigente que nos ocupa, llamado Faustino, es sintomático, pues todo indica que ha ido dando una serie de pasos equivocados, sin que nadie en ningún momento haya tratado de orientarle. Comenzando por la depresión en la que dice que le sumió su divorcio. Alguien debió avisarle de que es muy distinto querer a una persona que depender de ella. Quizá fue éste el motivo del divorcio, aunque pensar en ello con tan pocos datos es arriesgado.
Manifiesta el hombre que trabajaba como camionero y vio que con depresión no podía seguir y pidió la baja voluntaria, sin percatarse de que le faltaba un día. Tampoco le avisó nadie en ningún momento. Durante el tiempo que ha estado viviendo en la calle o en albergues de caridad, tampoco ha recibido ningún tipo de asesoramiento.
En lo que a mí respecta, reconozco que mis conocimientos sobre los requisitos que se necesitan para poder cobrar el paro son escasos o nulos, pero tampoco he visto que el Levante-EMV, que ha dado la noticia haya publicado ninguna nota sobre la normativa vigente que complete la información.
De todos modos, el asunto presenta algunas cuestiones que merecen ser analizadas, puesto que ponen al descubierto el desinterés de nuestra sociedad por el prójimo. Vemos a diario que hay muchos que se esfuerzan por lograr “clientes”, parroquias, sindicatos, partidos políticos, asociaciones, etc. Pero una vez conseguido el “cliente”, se despreocupan de él, no les importan sus problemas, su modo de ver la vida, y si lo hacen es, generalmente, para manipularlo mejor.
El caso del indigente que nos ocupa, llamado Faustino, es sintomático, pues todo indica que ha ido dando una serie de pasos equivocados, sin que nadie en ningún momento haya tratado de orientarle. Comenzando por la depresión en la que dice que le sumió su divorcio. Alguien debió avisarle de que es muy distinto querer a una persona que depender de ella. Quizá fue éste el motivo del divorcio, aunque pensar en ello con tan pocos datos es arriesgado.
Manifiesta el hombre que trabajaba como camionero y vio que con depresión no podía seguir y pidió la baja voluntaria, sin percatarse de que le faltaba un día. Tampoco le avisó nadie en ningún momento. Durante el tiempo que ha estado viviendo en la calle o en albergues de caridad, tampoco ha recibido ningún tipo de asesoramiento.
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