E incluso de nuestro Zapatero particular, que espera que le saque las castañas del fuego. Obama es alguien que ha sabido ilusionar al mundo, o al menos situarse en el centro de las ilusiones mundiales. Al contrario que Zapatero, que se complace en atizar los sectarismos, en manipular las situaciones en beneficio suyo. Claro que para esto último cuenta con la inestimable ayuda de la oposición.
Zapatero pide ahora que consumamos y que la situación no está tan mal como se presume generalmente, lo que ocurre es que la gente le vota pero no le cree. No es probable que nadie arriesgue, entre otras cosas porque quienes le creyeron en los meses anteriores, y tomaron ciertas decisiones, ahora están totalmente arrepentidos. O peor.
Obama no puede hacer milagros y ni siquiera se espera que haga grandes cambios. Lo que se le pide es que no defraude, que no dé motivos para que la gente deje de confiar. El motor del mundo lo constituye la confianza de la gente, la ilusión por hacer cosas. Ambas cosas, la confianza y la ilusión desparecieron por motivos concretos y fundados. Dar la seguridad de que en el futuro las cosas se harán de otro modo y se tendrán las precauciones precisas es, en estos momentos y siempre, algo fundamental.
Nuestro Zapatero particular, que no sabe cómo arreglar los problemas que tiene planteados en casa, ni sabe generar la confianza necesaria, se atreve a darle consejos a Obama sobre cómo ha de arreglar el mundo. Hoy es un día de esperanza para el mundo y al mismo tiempo de desesperanza para España, a la vista de que por el camino que vamos no vamos bien.
Zapatero es alguien que sabe manipular y explotar en su beneficio cualquier cosa, parece que, en lugar de Obama, haya ganado él.
España se podría sumar a la euforia general si se cambiase el sistema de las elecciones, si se optase por las listas abiertas, con lo cual podrían aflorar políticos de valía y no los que sufrimos.
De momento, nos hemos de conformar con alegrarnos de que en EE.UU. sí pueda ocurrir.
Zapatero pide ahora que consumamos y que la situación no está tan mal como se presume generalmente, lo que ocurre es que la gente le vota pero no le cree. No es probable que nadie arriesgue, entre otras cosas porque quienes le creyeron en los meses anteriores, y tomaron ciertas decisiones, ahora están totalmente arrepentidos. O peor.
Obama no puede hacer milagros y ni siquiera se espera que haga grandes cambios. Lo que se le pide es que no defraude, que no dé motivos para que la gente deje de confiar. El motor del mundo lo constituye la confianza de la gente, la ilusión por hacer cosas. Ambas cosas, la confianza y la ilusión desparecieron por motivos concretos y fundados. Dar la seguridad de que en el futuro las cosas se harán de otro modo y se tendrán las precauciones precisas es, en estos momentos y siempre, algo fundamental.
Nuestro Zapatero particular, que no sabe cómo arreglar los problemas que tiene planteados en casa, ni sabe generar la confianza necesaria, se atreve a darle consejos a Obama sobre cómo ha de arreglar el mundo. Hoy es un día de esperanza para el mundo y al mismo tiempo de desesperanza para España, a la vista de que por el camino que vamos no vamos bien.
Zapatero es alguien que sabe manipular y explotar en su beneficio cualquier cosa, parece que, en lugar de Obama, haya ganado él.
España se podría sumar a la euforia general si se cambiase el sistema de las elecciones, si se optase por las listas abiertas, con lo cual podrían aflorar políticos de valía y no los que sufrimos.
De momento, nos hemos de conformar con alegrarnos de que en EE.UU. sí pueda ocurrir.
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