El artículo de hoy de Arturo Pérez-Reverte, en El Semanal, titulado Megapuertos y pijoyates, me ha llevado a evocar la novela Crematorio, con la que Rafael Chirbes debió ganar el Premio Nacional de Narrativa.
Arturo Pérez-Reverte entiende de barcos, suele navegar por los mares, según cuenta el mismo, y viaja bastante, por lo que goza de una buena perspectiva para enjuiciar las cosas. Esta disquisición lleva directamente a preguntar si entre nuestros políticos no habrá alguno que navegue por los mares y viaje. Resulta que sí los hay: uno, al menos, se subió al Azor. Y otros deben haberse subido a otros barcos similares. Alguna diferencia hay, de todos modos, y es que mientras Pérez-Reverte se paga sus navegaciones, los políticos suelen surcar los mares a nuestra costa. No es un juego de palabras, obviamente. Lo mismo ocurre con los viajes.
Y, sin embargo, tras leer el artículo de Pérez-Reverte la sensación que queda es que quien trabaja por los ciudadanos es él, pese a que quienes cobran de los ciudadanos son los políticos. No sólo en este caso. Ya se sabe que gracias a nuestra clase política y su empeño en explotar el ladrillo hasta donde fuera posible, sin intentar corregir el sistema y poner freno al desmadre ahora sufrimos nuestra propia crisis peculiar, sin que ninguno de los responsables lamente las tragedias que ha causado, ni albergue ningún propósito de enmienda.
Cuando no se intenta echar la culpa a los ladrilleros, se carga la suerte en los banqueros, pero quienes han sido elegidos por los ciudadanos para que marquen las reglas de juego y vigilen su cumplimiento son los políticos. Y éstos lo que hacen es rodearse de asesores, o sea de gastar mucho dinero del contribuyente. Y luego resulta que ni los políticos, ni los asesores, que también navegan y también viajan, son capaces de poner orden, de encontrar la solución adecuada que más beneficie a los ciudadanos. A todos.
Arturo Pérez-Reverte entiende de barcos, suele navegar por los mares, según cuenta el mismo, y viaja bastante, por lo que goza de una buena perspectiva para enjuiciar las cosas. Esta disquisición lleva directamente a preguntar si entre nuestros políticos no habrá alguno que navegue por los mares y viaje. Resulta que sí los hay: uno, al menos, se subió al Azor. Y otros deben haberse subido a otros barcos similares. Alguna diferencia hay, de todos modos, y es que mientras Pérez-Reverte se paga sus navegaciones, los políticos suelen surcar los mares a nuestra costa. No es un juego de palabras, obviamente. Lo mismo ocurre con los viajes.
Y, sin embargo, tras leer el artículo de Pérez-Reverte la sensación que queda es que quien trabaja por los ciudadanos es él, pese a que quienes cobran de los ciudadanos son los políticos. No sólo en este caso. Ya se sabe que gracias a nuestra clase política y su empeño en explotar el ladrillo hasta donde fuera posible, sin intentar corregir el sistema y poner freno al desmadre ahora sufrimos nuestra propia crisis peculiar, sin que ninguno de los responsables lamente las tragedias que ha causado, ni albergue ningún propósito de enmienda.
Cuando no se intenta echar la culpa a los ladrilleros, se carga la suerte en los banqueros, pero quienes han sido elegidos por los ciudadanos para que marquen las reglas de juego y vigilen su cumplimiento son los políticos. Y éstos lo que hacen es rodearse de asesores, o sea de gastar mucho dinero del contribuyente. Y luego resulta que ni los políticos, ni los asesores, que también navegan y también viajan, son capaces de poner orden, de encontrar la solución adecuada que más beneficie a los ciudadanos. A todos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario