martes, 27 de enero de 2009

Zapatero se equivoca, pero no engaña

Resulta muy triste caer en la cuenta de que el presidente del gobierno es incapaz de reconocer sus errores, por graves y evidentes que sean. Y aunque ya lleva tiempo en la presidencia y hemos tenido ocasión de darnos cuenta muchas veces, no deja de ser doloroso, puesto que la gravedad de la situación por la que pasamos requeriría de alguien más responsable. Me refiero a que lo hemos visto todos los que no padecemos esa lacra que se llama sectarismo o dependemos del dedo de Zapatero.
Resulta difícil discernir si la actitud del presidente debe catalogarse como infantilismo o si se trata de algo peor. La explicación que ha dado al hecho de que permaneciera sentado al paso de la bandera de EE.UU. es total y absolutamente risible. El dato es que permaneció sentado. Pretender que la gente, y sobre todo la estadounidense, interpretara su gesto, y concretamente del modo que dice él, es inaudito.
En lo que se refiere a la crisis, no debería negar Zapatero lo que está escrito y grabado. Echar toda la culpa de la crisis a Estados Unidos, olvidando nuestra dramática dependencia del ladrillo, que tan poco hizo por evitar, evidencia muy poco sentido de Estado por su parte. Tampoco recuerda las feroces acusaciones al urbanismo valenciano por parte de su partido, gracias a las cuales ahora hay mucho más paro.
Demuestra la incapacidad suya y de su gobierno para prever la catástrofe que se nos venía encima, ni siquiera cuando ya nos había caído. Dice que no mintió, pero en ese caso no está capacitado para presidir el gobierno de la nación, porque cuando negaba la crisis ya la veía buena parte del país. Y si reconoce que mintió, debería dimitir también por embustero.
Es evidente que tenemos un gobierno incapaz de enfrentarse a la crisis. Toda la preocupación de Zapatero consiste en ir por delante en las encuestas. Solbes parece dispuesto a irse y eso sería una buena noticia, si no fuera porque el que suena para sustituto es Sebastián. Apaga y vámonos.
Ahora, Zapatero juega a parecerse a Obama. Pero no a ser como él, sino a convencernos de que es como él.

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