Y me refiero a Bancaja, ahora Bankia, porque es hacia la que se dirigen las iras de los valencianos, puesto que presumiblemente las de los madrileños tendrán como objetivo Caja Madrid. Estas dos cajas llegaron a ser la segunda y tercera de España y ahora las dos juntas valen muy poco.
Ayer estuve en una librería de la zona de la calle de Játiva, de Valencia, y desde el interior de la misma se escuchaban los gritos de quienes se manifestaban frente a una sucursal de Bancaja, ahora Bankia.
Fue un error grave poner a Rodrigo Rato al frente de Bankia. Se ha perdido un tiempo precioso en el empeño y al destituirlo ha quedado de manifiesto el engaño de la situación. Bankia se desmorona con estrépito y eso es malo para todos, tengan o no tengan cuenta en este banco. Todo se ha hecho mal. Incluso al tratar de arreglar lo que se había hecho mal antes, se ha empeorado. Da la impresión de que algunos esperan que se produzca un milagro. Se conoce que hay más fe en los milagros de lo que se piensa.
En lo que respecta a los directivos de Bancaja, ante el clamor generalizado en su contra, lo que ocurre es que esperan que sea el Consell el que tome decisiones, y que las tome además de un modo blando y suave. Pero si el Consell tomara decisiones ahora, con ello reconocería su culpa con respecto a la situación de Bancaja, de modo que lo que conviene es aparentar que la otrora poderosa caja funcionaba de forma libre e independiente.
Así que mientras unos y otros tratan de eludir sus responsabilidades, el deterioro de la entidad crece a pasos agigantados y el perjuicio para los ciudadanos cada vez es más grande. El creciente malestar de estos puede llevarse todo por delante.
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