El dinero es cobarde. Basta cualquier señal de alarma para que eche a correr en todas direcciones. Lo mismo que si algún irresponsable gritara, ¡fuego!, en un local. La desbandada sería espectacular.
El principal problema de la Unión Europea es el egoísmo de las naciones que la componen. Cuando la crisis del pepino, Merkel, Sarkozy y otros dirigentes europeos no dudaron en desacreditar a España, a la que interesada y equivocadamente se había hecho responsable del contagio. La Unión Europea no fue capaz de imponer la cordura llamando la atención a esos dirigentes.
Si cada una de las naciones que componen la Unión Europea tiene una política distinta y además se atacan unas a otras si cree que pueden obtener un beneficio con ello, resulta más difícil salir de la crisis. Faltaba que un agorero como Krugman pronosticase el corralito para que la gente empiece a sacar el dinero de los bancos y con ello empeore la situación del país.
Hay una greguería de Ramón Gómez de la Serna que dice: Estamos asomados al abismo de la vejez y vienen los niños por detrás y nos empujan. Podría parafrasearse diciendo: Estamos asomados a la catástrofe y vienen los agoreros por detrás y nos empujan.
Claro que un Premio Nobel no tiene por qué saber que sus predicciones pueden empeorar lo que va mal. Un Premio Nobel bastante tiene con pensar que si acierta su prestigio aumentará, cosa que a él le resultará beneficiosa.
Es cierto que la política debería prevalecer sobre el capital, pero también lo es que el capital no tiene fronteras y la política sí. Por tanto, y dado que los políticos han perdido la mano por su irresponsabilidad gastadora, ahora es el capital el que lleva ventaja.
Pero Krugman, dado que tiene tanta audiencia, podría haber dicho algo positivo. En España hay más políticos por cada cien habitantes que en ningún otro país. Haciendo explotar esa burbuja nos podríamos salvar.
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