Circula
por Internet una foto en la que se ve a algunos ministros daneses
yendo en bicicleta a trabajar (también alguna ministra, Aido).
Nos
lo creemos, claro. Lo increíble es lo de los españoles. Las colas
ante la puerta de Cáritas son larguísimas; abundan los que están
desesperados y desmoralizados para siempre; ilustres economistas
dicen que tardaremos más de cien años en recuperar lo que hemos
perdido; y los principales responsables de la crisis no se bajan del
coche oficial.
Aquí,
cualquier politiquillo de nada, que no podría pasar un examen de
cultura general, en cuanto merced a su capacidad para adular a sus
superiores alcanza un cargo medio pide coche y chófer.
Me
da el pálpito de que ni se sabe cuántos coches oficiales hay en
España, ni cuánto combustible consumen cada mes, ni para qué se
usan esos coches oficiales. Porque a lo mejor no siempre se utilizan
para asuntos oficiales. Sin olvidar que dado el desmadre imperante en
España cualquier cosa es posible y a los correligionarios se les
perdona todo, y a los que no lo son también, porque como dijo Pujol,
“si tiramos de la manta nos podemos hacer daño todos”.
Tampoco
es probable que se conozca el número de secretarias o secretarios de
los políticos, ni los gastos de móvil que cargan todos los meses en
nuestra cuenta.
Los
políticos españoles en cuanto acceden a un cargo con capacidad para
tomar decisiones que afecten a los ciudadanos ingresan al mismo
tiempo en la oligarquía, porque España tradicionalmente ha estado
en manos de la oligarquía, y lo sigue estando. Y no les da vergüenza
ser oligarcas. Y aun nos dicen que se sacrifican por nosotros.
Si
supiéramos cuánto cuesta la clase política danesa a los daneses y
cuánto la española a los españoles, nos cabrearíamos. Pero no nos
darán el dato.
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