Es
sabido que las tres cuartas partes, o más, del fraude fiscal español
lo llevan a cabo las oligarquías. Tampoco es desconocido por el
público que desde tiempo inmemorial las oligarquías controlan todos
los resortes del poder en España, de modo que al llamado pueblo no
le queda más que observar sus evoluciones, con tristeza e
impotencia, o seguirles la corriente.
Algunos,
los de siempre, han actuado tal y como querían las oligarquías,
endeudándose y gastando más de la cuenta. Y eso les sirve a las
oligarquías para afirmar que “hemos” vivido por encima de
nuestras posibilidades. Las oligarquías, como su propio nombre
indica, son egoístas. Siempre quieren más, de ahí que tras la
crisis a la que han abocado a España han exigido y conseguido que se
despoje de derechos a los trabajadores y que se exprima a los
funcionarios, pagándoles menos y haciéndoles trabajar más. Si
quedaran en paz con Hacienda no hubiera hecho falta nada de eso.
Conviene
recordar que la autoridad se consigue mediante el amor, mientras que
el poder se alcanza con el odio. Habría que investigar cuántos
psicópatas hay entre la clase política española, que es parte de
la oligarquía.
Lo
que hace falta en la Función Pública española es que los cargos se
den a las preparadas y que más lo merezcan, y no los más sumisos
ante el poder. Con esto y las herramientas adecuadas, ganaría mucha
eficiencia. Sobran, claro, los cargos de libre designación. La
Función Pública está para servir a los ciudadanos. No es un
instrumento de los políticos.
Por
tanto, eso que ha dicho el presidente de la Cierval de que sobran
funcionarios es una metida de pata. Los que sobran son los que entran
de la mano de los políticos por la puerta de atrás. El presidente
de la Cierval se equivoca si piensa que castigando a quienes no lo
merecen y ya están muy castigados se va a resolver algo. Lo que hay
que hacer es purificar el sistema y lograr que las oligarquías dejen
de comportarse como tales.
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