En
este juego de tahúres que es la política española, todos los
políticos, porque ya se sabe que los políticos españoles son unos
mandados, juegan a confundir a quienes corren con todos los gastos,
los de las juergas de los políticos incluidos, que son los
contribuyentes.
He
aquí pues que ahora dicen que Cataluña perderá soberanía con el
rescate, y a lo mejor lo dice alguien de IU, ese partido cuyos
militantes no paran de hacer el ridículo defendiendo en tropel los
asaltos a los supermercados. Por ese camino que señalan vamos
directos a la ruina total. Y mientras pretenden llevarnos a la ruina,
cobran sus sueldos como políticos.
Conque
Cataluña pierde soberanía. Pero son los catalanes los que están
con el agua al cuello. Y la mayoría de los catalanes no tiene nada
que ver con el tres per cent. Ni con los múltiples casos de
corrupción habidos en Cataluña, ni con el derroche de CiU primero y
del tripartito después. Tampoco tuvo que ver la mayoría de los
catalanes con la quiebra de la Banca Catalana, sino que muchos de
ellos se arruinaron y luego vieron, decepcionados, que Jordi Pujol
salía indemne de todo eso. Jordi Pujol. Menudo. Algún día se hará
recuento del mal que ha hecho a Cataluña y a España.
Su
sucesor es Artur Mas, que sigue su senda. Y hace lo mismo que Rajoy
en Madrid. Echar tierra sobre la corrupción, cargar la factura a
quienes no tienen escapatoria y proteger a la oligarquía.
Puesto
que la patria es el último refugio del bribón, se escudan en ella
para que la atención de los contribuyentes no se centre en su
catastrófico modo de gestionar, con sus derroches y sus
parafernalias. Hay que decirlo, el nacionalismo es opresor. Cualquier
nacionalismo. Necesita, por tanto, hacer que se mire hacia otra
parte.
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