Lo
que ha dicho Fernando González Urbaneja es lo siguiente: “decenas
de miles de crédulos clientes de la vieja caja Madrid y de las otras
cajas añadidas, compraron esas acciones al precio más caro y han
perdido buena parte de su inversión.
“ Y poco después concluye: “¿Cuánto
valen esas acciones? […]
es
capital perdido que tendría que ir a cero para compensar parte del
quebranto que sufre la entidad.”
Cualquiera
que esté medianamente informado sabe que quienes compraron acciones
de Bankia no participaron en algo parecido al timo de la estampita.
No son 'crédulos' clientes de varias cajas. Son inversores, clientes
o no de esas cajas, que decidieron comprar esas acciones porque la
creación de Bankia venía auspiciada por el gobierno, bendecida por
el Banco de España y procedía de la fusión de dos grandes cajas y
unas cuantas más. Y la iba a presidir una gran figura de las
finanzas internacionales, cuyo nombre no es necesario decir.
Resulta
que la información que se dio al salir al mercado no se ajustaba a
la realidad, y eso lo sabían, tanto el gobierno, como el Banco de
España. También lo sabía el entonces presidente de la entidad, que
ha resultado ser un bluf.
No
se trata pues de crédulos clientes, a los que se pueda echar por la
borda, aunque no se descarta que lo hagan. Si lo hizo Jordí Pujol
con los de Banca Catalana, sin que perdiera ni un ápice de crédito,
¿por qué no lo puede hacer el gobierno de Rajoy?
En
realidad, se trata de contribuyentes que confiaron en las
instituciones españolas y sin los cuales el descalabro de Bankia
hubiera sido mayor. No es nada correcta la propuesta de que se haga
pagar a quienes ninguna culpa tienen del desaguisado llevado a cabo
por otros.
No hay comentarios:
Publicar un comentario