En
España estamos acostumbrados a las malas noticias, de modo que en
principio parece difícil escoger una. En realidad, no es tan
complicado.
Una
sociedad en la que una multitud sale a la calle a solidarizarse con
un secuestrador etarra es una sociedad enferma. ¿Cómo podemos salir
de la crisis si los valores imperantes son esos? Yo me solidarizo con
el secuestrado, Ortega Lara, que lo debió de pasar francamente mal
mientras duró su cautiverio. Todos esos que piden la excarcelación
del infame se ponen a su altura, en cuanto a infamia se refiere.
El
tal sujeto, despreciable sujeto, Uribechevarría Bolinaga, se puso en
huelga de hambre, para que lo excarcelen, con la excusa de que está
enfermo. Me extraña que un enfermo de cáncer se ponga en huelga de
hambre. Y me hago cruces cada vez que compruebo las ventajas de que
gozan los presos etarras.
No
me extrañaría nada que la legislación española sobre el
terrorismo fuera la más ñoña del mundo, pero los terroristas,
lejos de agradecer el detalle, exigen más ventajas. Ellos quisieran
que les diéramos las gracias por haber sembrado el terror. No hay
que echar perlas a los cerdos, decían los antiguos romanos. Ahora
bien, pobres cerdos. Es injusto que se considere que los etarras son
cerdos. Pero tampoco habría que darles ninguna ventaja.
Otros
etarras se han puesto en huelga de hambre, solidarizándose con el
secuestrador. De entre los que están presos. Los libres no, esos se
manifiestan. Me subleva que los etarras tengan derecho a hacer huelga
de hambre y me pregunto si de verdad la hacen. Estos terroristas
primero nos aterrorizan y los pocos que van a la cárcel nos toman el
pelo luego.
Dicen
que se ha sumado a la huelga de hambre ese que se llama Otegui.
Alguien dijo de él que es un hombre de paz. Como no sea de la paz de
los muertos...
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