Se
da por hecho por buena parte del país que hemos ganado a Eta, del
mismo modo que también se piensa que tenemos democracia, y ni una
cosa ni otra es verdad. Si tuviéramos democracia sí que hubiéramos
derrotado a Eta.
Lo
que soportamos es un simulacro de democracia en el que abundan el
pasteleo y la mentira, y con esas armas no se puede derrotar a una
banda criminal, que además es apoyada arteramente por determinadas
fuerzas a las que gusta recoger nueces, según propia confesión.
Eta
no ha sido vencida por cuanto gobierna en muchos sitios y puede
incluso constituirse en la primera fuerza del País Vasco.
Todo
lo que tiene que ver con Eta, que no es más que una banda de
delincuentes, se ve en clave política, y esto es un rotundo triunfo
de la banda y de quienes le apoyan más o menos abiertamente.
Eta
ha expulsado del País Vasco a todos los que ha querido y no ha
habido modo de impedirlo, puesto que la situación política en aquel
lugar está muy envenenada. Nada de una multitud de personas decentes
y honradas enfrentada a una minoría criminal. Incluso los curas
encuentran en la Biblia coartadas para poner su granito de arena.
En
el País Vasco la gente ha asumido el lenguaje de Eta y utiliza
eufemismos y trata de ajustarse a lo políticamente correcto en el
lugar.
En
el País Vasco no se puede decir libremente lo que se piensa, so pena
de ser marcado y sufrir luego las consecuencias. Sí que hemos de
soportar, en cambio, que los etarras se burlen de nosotros diciendo
que sufren mucho en la cárcel.
Nada
de esto hubiera podido ocurrir si realmente tuviéramos democracia y
los políticos dependieran de los ciudadanos y no de quienes hacen
las listas electorales. En una democracia real los jueces serían
independientes y dispondrían de suficientes medios y los periódicos
tendrían que depender de los lectores y no de las subvenciones.
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