Finalmente,
se ha podido determinar que los restos encontrados en la finca
propiedad de la familia de José Bretón, padre de los niños
desaparecidos, son de niño.
Este
caso, junto con otros, como el de Marta del Castillo, por ejemplo, o
los más de trescientos atentados de Eta que siguen sin esclarecer,
viene a demostrar que la legislación española es ñoña con los
grandes delincuentes, lo que significa que los ciudadanos estamos
indefensos frente a ellos.
Ya
no se trata sólo de que estos asesinos, si los cazan, salgan a la
calle al cabo de pocos años, sino también de que para intentar
esclarecer los asesinatos hay que gastar ingentes sumas de dinero. En
el caso de Marta del Castillo, sin resultados. Y eso que en ese caso
hubo un asesino convicto y confeso.
Noruega
ha enseñado el camino, porque Breivik va a tener que arrepentirse si
quiere salir, y no le va a resultar fácil. Porque no sólo tendrá
que decir que se ha arrepentido, sino que necesitará demostrarlo.
Si
el asesino de Ruth y José hubiera visto pender sobre su cabeza una
condena similar a la de Breivik es probable que hubiera confesado
desde el principio dónde estaban los restos de los niños, y hasta
es posible que ni siquiera los hubiera quemado, porque ¿para qué?
Incluso puede pensarse que dada la dificultad para evadir la ley no
los hubiera matado. Porque si no hubieran aparecido los restos de los
niños incluso podría haber sido absuelto o castigado con una pena
leve, como sucedió en el caso citado anteriormente de Marta del
Castillo.
Dejando
aparte los errores de la policía en la identificación de los restos
encontrados, cuyo motivo quizá habría que buscarlo en la presión a
la que se ven sometidos sus componentes en un caso como este, en el
que todo depende de que se encuentren o no los restos. A pesar de
todas las demás evidencias.
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