Afirman
los representantes de la emisora que gastó la broma a la enfermera
que no hubo nada ilegal en esa emisión. Eso es una tontería como la
copa de un pino.
Es
de común dominio que las leyes humanas no pueden abarcarlo todo. La
gente indefensa, que es la que más agresiones sufre, sabe
perfectamente que la ley incluso puede amparar a los agresores. El
hecho de una cosa no sea ilegal no significa que sea ética, por
tanto, si estas personas consideran que el suicidio de Jacintha
Saldanha puede tener relación con la broma que sufrió deberían
comenzar por disculparse.
Habría
que recordar que Albert Camus ya alertó seriamente sobre el
particular. El más leve desprecio puede ser la gota que colme el
vaso y empuje al suicidio a quien lo reciba. Baltasar Gracián
aconsejaba que se trate con el prójimo como si fuera un enemigo, no
para hacerle daño, sino por prudencia. De mismo modo, y también por
prudencia, habría que tratar al prójimo como si fuera un suicida en
potencia. Se le suele atribuir al interlocutor equilibrio mental
suficiente como para soportar lo que sea. A menudo se forman
auténticas jaurías que persiguen a alguien, y también los hay que
intentan influir en el prójimo y le arrastran a comportarse como no
es.
La
mera observación de la realidad cotidiana nos informa de ese
equilibrio que se espera de los demás no es muy frecuente. Por otro
lado, no hay más que fijarse en lo demandados que están los
profesionales de la salud pública.
Dicen
que quien no quiera polvo que no vaya a la era, pero es que ir a la
era es opcional. No se le puede exigir a una persona frágil que se
quede en casa, porque eso aumenta su fragilidad. Necesita de la
gente, pero lo que no necesita es lo que le hace daño.
Por
su parte, el sociólogo Émile Durkheim afirmó que la idea del
suicidio no surge del interior del suicida, sino que la vida, su
vida, su relación con los demás, lo que lleva a buscar la muerte.
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