El
ministro de Justicia, Alberto Ruiz Gallardón, se propone hacer una
de las suyas, que no es otra que privatizar la gestión del Registro
Civil.
Cuando
lo nombraron ministro de Justicia no faltaron quienes pensaban que le
habían dado ese ministerio porque no tiene presupuesto. Quienes
pensaban así demostraron conocerlo poco. La megalomanía siempre
encuentra cauces para manifestarse.
Dicen
de Gallardón que le gusta que un mayordomo, vestido como tal, le
lleve el café y que no tolera que sus subordinados le miren a los
ojos. Un día, miré a uno a los ojos, como si le interrogara, y
salió huyendo. Ya no recuerdo si fue Gallardón, pero no debió de
ser porque ocurrió en Valencia; en cualquier caso, se trataba de uno
de esos que cobran un sueldo descomunal por destrozar lo que tienen
entre manos. Quizá esa sea una de las razones, y no sólo la
megalomanía, por lo que no soportan que se les mire a los ojos, para
que no vean qué es lo que hay en ellos.
Este
Gallardón se cree que es listo y no sé si por iniciativa propia o
porque se lo han hecho creer, y como tal listo no piensa que se puede
equivocar. No tiene presupuesto, pero tiene poder. Y hace uso de él.
Algunos
se creen que si algún servicio público no funciona el problema se
resuelve privatizándolo. O eso quieren hacer creer. Porque a lo
mejor ocurre que buscan una excusa para privatizarlo, no es que
deseen que funcione.
No
se les ocurre pensar que la mayor parte de los males de España
provienen de la falta de democracia y los que no son capaces de darse
cuenta de esto no son demócratas. Esta deducción es tan evidente
que ni siquiera precisa demostración. Es incalculable el daño que
pueden hacer a la democracia los no demócratas que gobiernan en su
nombre. Y creo que en España hemos tenido muy pocos gobernantes
demócratas.
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