Hay
una corriente según la cual no puede salir nada bueno de la derecha.
Quienes así piensan deberían saber que esta idea no tiene base,
puesto que los partidos de derechas son legales en todas las
democracias del mundo.
La
pregunta (¿Verdad,
papá que los de izquierdas somos los que nos preocupamos por los
demás, mientras los de derechas sólo se preocupan por ellos
mismos?)
de
las hijas de Zapatero es todo un clásico.
Las
cosas, lógicamente, no son tan fáciles. Tanto la derecha como la
izquierda, al menos teóricamente y por eso son legales, quieren el
bienestar general y cada una de ellas trae sus recetas para lograrlo.
La cosa se complica cuando tenemos en cuenta que son personas las que
han de desarrollar dichas recetas y al tener esto en cuenta entramos
en una nueva fase. Es mejor un buen gestor con un mal programa que un
gestor malo con un programa bueno. En esto creo que es fácil estar
de acuerdo. Lo dramático, y no por ello menos frecuente, es que
coincidan un mal gestor con un mal programa.
Por
otro lado, eso de suponer que quienes optan por determinado credo
político, sólo por este simple hecho, son malos o tontos, o
cualquier otra cosa por el estilo, no es tomado muy en serio por la
mayoría de la gente, como se comprueba cada vez que hay elecciones.
Sin
olvidar que la necesidad de sentirse moralmente superior a otros, que
se da tanto en sectores de la derecha como de la izquierda, es
significativa. Hay dos opciones; una consiste en querer ser mejor
que los demás; y la otra, querer creerse mejor que los demás.
Por
otro lado, en muchas ocasiones, los programas de la derecha y de la
izquierda son tan parecidos que sus responsables se ven en la
necesidad de remarcar las diferencias en asuntos menores.
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