Estoy
dispuesto a ponerme en la primera fila si de criticar a Rajoy se
trata. Ahora bien, si al mismo tiempo que se critica a Rajoy se alaba
a Zapatero no vamos a ninguna parte.
La
situación en España es crítica. No es momento para ir con bromas.
Actuar ahora en clave sectaria es criminal para lo más indefensos.
No se trata ahora de que ganen los propios y que pierdan los ajenos.
Por parte de la clase política (iba a escribir “por parte del
ganado”, por lo obedientes que son todos ante sus líderes),
alguien debería comenzar a pensar en los desfavorecidos.
¿Cómo
pueden ser tan egoístas los políticos? Miríadas de personas
atraviesan el umbral de la pobreza, mientras ellos gozan de prebendas
y privilegios sin cuento. Y ya se ve para qué sirve tanto político.
Si imperase la lógica, haría años que se hubiera reducido de forma
drástica su número.
Lo
que ha dicho Elena Valenciano es que Zapatero estaba solo en el
Consejo Europeo defendiendo el Estado del Bienestar, que Rajoy se ha
cargado en solo un año.
Rajoy
no hubiera podido hacer nada de eso si no hubiera sido precedido por
Zapatero.
Con
respecto a Zapatero, Joaquín Leguina tiene muchísimo más tino que
Elena Valenciano. Lo que ocurre es que la mejor arma para medrar en
la política española es la obsecuencia, cosa que lo pervierte todo.
Quienes han de optar por ella, porque lo han decidido así, no
observan la realidad, sino que fijan de antemano la meta a la que
quieren llegar y luego buscan los argumentos que conducen hasta ella.
Ramón
Tamames tiene recogidas en sus libros una serie de frases y
actuaciones de Zapatero que moverían a risa a cualquiera que no
hubiera sufrido las consecuencias en sus carnes. De modo que si la
conclusión a la que se quiere llegar es que Rajoy es malo y Zapatero
es bueno, todo lo que se haga será perder el tiempo.
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