Hubo
un periodista de estos que utilizan las posibilidades que ofrece un
medio para medrar socialmente, aunque eso perjudique al medio que le
paga, que se chuleaba con los críticos del evento en Valencia. A ver
si va a resultar que es rentable, venía a decir de modo provocador.
Pero, ahora que lo pienso, es posible que no fuera este el único
periodista que se burlaba de sus lectores en este asunto.
Probablemente hubo más. Ya no queda ninguno que lo haga, claro.
Lo
que no ha hecho nadie todavía es presentar las cuentas de la Fórmula
1. Es muy bonito organizar un evento así y luego explicar: para que
Valencia esté en el mapa. Puestos en ese plan, podemos imaginar que
un pueblo cualquiera desee lo mismo: para que Murla esté en el mapa,
e hipoteque a todas las generaciones venideras. Eso de desear cosas
está muy bien, pero luego cada cual se ha de acomodar a dos cosas:
al buen gusto y al dinero del que disponga. Embarcarse en proyectos
quiméricos con dinero de los demás no parece propio de personas que
se precien. Si encima, quienes lo han hecho presumen de católicos,
la autoridad católica competente debería llamarles al orden. O por
lo menos, desmarcarse de ellos.
Da
envidia saber que en un país tan poderoso como Estados Unidos basta
con pedir una factura a la Administración para obtenerla. En España,
no hay modo. ¿Qué hay de los contratos de la Fórmula 1? Se
complica la cosa cuando se tiene en cuenta a la empresa Valmor
Sports. ¿Qué diablos puede haber entre esta empresa y la
Generalidad Valenciana? ¿Qué culpa tiene un contribuyente
cualquiera que a Valmor Sports no le salieran las cuentas como
pensaba? ¿Por qué Valmor Sports, cuyos dueños no se chupan el
dedo, se lanzó a esa piscina?
Un
ciudadano español no es nadie para quienes cuecen las habas, quizá
porque el ciudadano español está acostumbrado a no ser nadie y no
se da cuenta de que debería ser alguien.
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