Sé
que hubo un grupo llamado Armas Blancas algunas de cuyas canciones se
pueden encontrar en Youtube, pero yo no quería hablar de armamento
ni de música, sino de almas.
Vi
una serie de almas blancas, puras, limpias, amorosas,
bienintencionadas, altruistas, puestas a secar al sol. Las habían
llevado a lavar, pero las manchas que presentaban eran sólo
aparentes, y estaban ahí deslumbrando con su pureza blanca mientras
se secaban. Cuanta bondad junta en una cuerda de tender.
Pensé
entonces que es extraña la crisis que sufrimos. La mera presencia de
estas personas debería ser suficiente para que funcionasen todos los
engranajes sociales como si estuvieran recién engrasados. El
egoísmo, la envidia, la lujuria, la codicia, y cualquier otro vicio
que se presentase, deberían desvanecerse ante la presencia
apabullante de la blanca candidez, que en número tan elevado pendía
de esa cuerda. ¿Y qué hay de la autocrítica?, preguntó una voz
insidiosa. ¿Para qué?, le contestaron.
Guindos
dice que el Banco de Valencia condensa todos los errores del pasado,
y yo me bajo del guindo para ver si por el suelo hay algún atisbo de
vergüenza de los auditores del Banco de España, o del propio
ministro, puesto que este banco estaba en manos del PP. Rita Barberá,
está a lo suyo, o sea que no anda por ahí. Guindos tampoco. Hará
caer la guillotina sobre los indefensos y los despistados. Los
despabilados nunca tienen culpa de nada, ellos siempre están con el
que gana.
El
Banco de Valencia condensa no sólo todos los errores del pasado,
sino también todos los modos de hacer de la casta política, que
consiste en exprimir el limón mientras tiene algo de jugo y cargar a
otros la factura cuando resulta que ya no queda ni limón, ni
limonero. En esta tesitura es cuando la casta política arbitra la
solución que más le conviene.
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