Comparece Zapatero en el Senado y se descuelga con un discurso triunfalista en el que afirma que la tasa de paro alcanzó “el umbral más bajo de la historia”. Quizá sustituyó nivel por umbral para homenajear a Paco Umbral. O acaso, al estar vendiendo humo, siguiendo su inveterada costumbre, aunque no es el único que lo hace, no acertó a encontrar la palabra exacta. El umbral podría hacer referencia a un libro de Fátima Mernissi titulado “Sueños en el umbral”, por aquello de que en él se dice que al enemigo hay que mirarlo a los ojos. Pero siendo Zapatero el presidente de los españoles, no debería ver a nadie como un enemigo, salvo a aquellos que inveteradamente quebrantan la ley. Pero ese triunfalismo del presidente debe de sentar como una patada en la boca a todos esos inmigrantes que de pronto han visto que su sueño se esfuma. Ya explicó Julio Feo que no le importa pisar callos. Alguien tuvo que haber dicho a los inmigrantes que la situación que habían encontrado a su llegada era pasajera, que era imposible que ese ritmo constructivo perdurara en el tiempo y que de momento en España no hay otra cosa, porque ningún gobierno se ha preocupado hasta el momento de fomentar otra cosa.
Tampoco, con su triunfalismo, se muestra solidario con quienes se han visto atrapados por una hipoteca, que ahora mismo no es para ellos más que motivo de zozobra y temor. Gentes humildes, sin información suficiente, que no supieron darse cuenta de que los tipos de interés podían subir desmesuradamente, con lo que se les iban a pique todos los cálculos. La situación es angustiosa para muchos y, al menos, preocupante para la mayoría.
En el mismo discurso, Zapatero, reconoce que la economía española tiene debilidades y que la productividad se multiplicó por tres. Lo primero es más que evidente y lo segundo ya no tanto.
Mejor que a vender humo sería que se dedicara a hacer política de Estado y no de partido, y procurara consensuar con la oposición los cambios constitucionales que ya se van viendo como muy necesarios.
Tampoco, con su triunfalismo, se muestra solidario con quienes se han visto atrapados por una hipoteca, que ahora mismo no es para ellos más que motivo de zozobra y temor. Gentes humildes, sin información suficiente, que no supieron darse cuenta de que los tipos de interés podían subir desmesuradamente, con lo que se les iban a pique todos los cálculos. La situación es angustiosa para muchos y, al menos, preocupante para la mayoría.
En el mismo discurso, Zapatero, reconoce que la economía española tiene debilidades y que la productividad se multiplicó por tres. Lo primero es más que evidente y lo segundo ya no tanto.
Mejor que a vender humo sería que se dedicara a hacer política de Estado y no de partido, y procurara consensuar con la oposición los cambios constitucionales que ya se van viendo como muy necesarios.
No hay comentarios:
Publicar un comentario