He recibido un correo de Peter Innes, en inglés, breve y tajante. Hago constar que me ha escrito en inglés, para que quede claro que la brevedad no está motivada por sus dificultades con el idioma, puesto que me ha escrito en su lengua materna.
La brevedad está motivada, pues, por la certeza con la que encara el caso, ninguna duda le afecta, por lo que no se considera obligado a dar más explicaciones. La situación, no obstante, no es tan fácil. Hay dos personas sufriendo intensamente por esta cuestión, que son María José Carrascosa y su hija. Y sus demás familiares están sufriendo también lo indecible.
Mi corresponsal, Peter Innes, al que su sinrazón no le proporciona ninguna de las tan humanas dudas, sino muchas de las a menudo crueles certezas, no se ha parado a considerar lo que expliqué anteriormente sobre el caso y que tanto le ha molestado. Si María José Carrascosa no hubiera viajado a Estados Unidos ahora estaría en su casa con su hija y con la sentencia de justicia española, que le fue favorable, en su bolsillo. Desconocedora del peligro que se cernía sobre ella, por creer que la sentencia judicial española la ponía a salvo de todo, viajó a Estados Unidos, en donde fue cazada sin misericordia.
Ella se arriesga a no ver a hija en toda su vida, dada la condena a la que la pueden sentenciar. Si hubiera entregado a su hija, tampoco la volvería a ver, pero ella estaría libre. Pero prefiere sacrificarse por su hija. A la vista de lo hay, se comprende y se aplaude su sacrificio.
Peter Innes, al que el sufrimiento ajeno no le conmueve, ni aún en el caso de que quien sufre sea su hija, se siente muy seguro de su fuerza, pero no se da cuenta de que no puede salir ganador nunca. Disputa con su ex esposa por la custodia de su hija, pero ésta, si tiene corazón, jamás podrá querer a quien ha sido capaz de hacer sufrir tanto a su madre. Y si la hija no tuviera corazón tampoco valdría la pena que la tuviera con él.
Si él quisiera a su hija, por la que dice luchar, hubiera procurado que fuera feliz mientras durara el litigio. Con su actitud demuestra que no quiere a su hija ni a su ex esposa. Salomón sabría qué decisión tomar.
La brevedad está motivada, pues, por la certeza con la que encara el caso, ninguna duda le afecta, por lo que no se considera obligado a dar más explicaciones. La situación, no obstante, no es tan fácil. Hay dos personas sufriendo intensamente por esta cuestión, que son María José Carrascosa y su hija. Y sus demás familiares están sufriendo también lo indecible.
Mi corresponsal, Peter Innes, al que su sinrazón no le proporciona ninguna de las tan humanas dudas, sino muchas de las a menudo crueles certezas, no se ha parado a considerar lo que expliqué anteriormente sobre el caso y que tanto le ha molestado. Si María José Carrascosa no hubiera viajado a Estados Unidos ahora estaría en su casa con su hija y con la sentencia de justicia española, que le fue favorable, en su bolsillo. Desconocedora del peligro que se cernía sobre ella, por creer que la sentencia judicial española la ponía a salvo de todo, viajó a Estados Unidos, en donde fue cazada sin misericordia.
Ella se arriesga a no ver a hija en toda su vida, dada la condena a la que la pueden sentenciar. Si hubiera entregado a su hija, tampoco la volvería a ver, pero ella estaría libre. Pero prefiere sacrificarse por su hija. A la vista de lo hay, se comprende y se aplaude su sacrificio.
Peter Innes, al que el sufrimiento ajeno no le conmueve, ni aún en el caso de que quien sufre sea su hija, se siente muy seguro de su fuerza, pero no se da cuenta de que no puede salir ganador nunca. Disputa con su ex esposa por la custodia de su hija, pero ésta, si tiene corazón, jamás podrá querer a quien ha sido capaz de hacer sufrir tanto a su madre. Y si la hija no tuviera corazón tampoco valdría la pena que la tuviera con él.
Si él quisiera a su hija, por la que dice luchar, hubiera procurado que fuera feliz mientras durara el litigio. Con su actitud demuestra que no quiere a su hija ni a su ex esposa. Salomón sabría qué decisión tomar.
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