El modo de funcionar de los partidos políticos españoles no es el mejor de los posibles, pero es el que hay. Quienes aceptaron a Rajoy cuando fue designado a dedo no deben querer quitarlo a la fuerza. Deberían utilizar los cauces previstos. María San Gil y José Antonio Ortega Lara son dos personas respetables y dignas de encomio, pero ello no significa que necesariamente tengan que acertar en todo lo que hacen, sino que cuando hacen algo lo hacen con buenos propósitos. Sin embargo, también pueden estar mal aconsejados. Tienen derecho a dimitir, claro, pero si buscan que sus dimisiones tengan el efecto de arrastrar a otros, pervierten los objetivos por los que dimitieron.
Se supone -aunque a la vista de lo que ocurre sea mucho suponer- que quienes se dedican a la política lo hacen movidos por afán de servicio, lo que obliga a que tengan criterio. No deben, por tanto, actuar movidos por lo que hagan o digan otros.
Quienes ahora claman contra Rajoy no osaron jamás contradecir a Aznar, ni siquiera cuando éste, contraviniendo los deseos de toda la nación, decidió aliarse con Bush, para invadir Iraq. Quienes no tuvieron la gallardía de protestar entonces, tampoco deberían levantar la voz ahora. Sería casualidad que estando todo el mundo en contra de esa alianza, todos los diputados del PP estuvieran a favor, lo que vendría a significar que ese partido vive de espaldas a la sociedad.
Por otro lado, en algunos medios se han lanzado horribles diatribas contra Rajoy, cuyos contenidos van mucho más allá del que debe ser el papel de la prensa. Algunos no se conforman con ser el cuarto poder y tratan de ser el primero o el segundo. Y sobre todo, lo que intentan, es ganar audiencia y con ello dinero. Estas actitudes deberían haber tenido la virtud de movilizar a las gentes de buen corazón en defensa de Rajoy. Eso no significa que yo sea seguidor de Rajoy ni que pida el voto para él, sino que hay límites que no deberían traspasarse.
Se supone -aunque a la vista de lo que ocurre sea mucho suponer- que quienes se dedican a la política lo hacen movidos por afán de servicio, lo que obliga a que tengan criterio. No deben, por tanto, actuar movidos por lo que hagan o digan otros.
Quienes ahora claman contra Rajoy no osaron jamás contradecir a Aznar, ni siquiera cuando éste, contraviniendo los deseos de toda la nación, decidió aliarse con Bush, para invadir Iraq. Quienes no tuvieron la gallardía de protestar entonces, tampoco deberían levantar la voz ahora. Sería casualidad que estando todo el mundo en contra de esa alianza, todos los diputados del PP estuvieran a favor, lo que vendría a significar que ese partido vive de espaldas a la sociedad.
Por otro lado, en algunos medios se han lanzado horribles diatribas contra Rajoy, cuyos contenidos van mucho más allá del que debe ser el papel de la prensa. Algunos no se conforman con ser el cuarto poder y tratan de ser el primero o el segundo. Y sobre todo, lo que intentan, es ganar audiencia y con ello dinero. Estas actitudes deberían haber tenido la virtud de movilizar a las gentes de buen corazón en defensa de Rajoy. Eso no significa que yo sea seguidor de Rajoy ni que pida el voto para él, sino que hay límites que no deberían traspasarse.
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