En los partidos políticos hay muchos militantes que con tal de conseguir una parcela de poder, grande o muy pequeña, son capaces de tragar lo que sea, sapos, culebras o bichos de las más horrendas de las especies imaginadas. Como ejemplo evidente, palmario y superlativo, cabe recordar que durante la pasada legislatura el gobierno de España se mantenía gracias al apoyo de un grupo separatista. De hecho, hay políticos a los que sus partidos tienen encumbrados o pretenden encumbrar de los que no se conoce una idea suya, más allá de la fidelidad al partido y al líder del momento.
Algunos, por el contrario, sí han demostrado carácter y ello les ha impedido, con toda seguridad, a no llegar hasta donde hubieran podido. Si hay que poner un ejemplo, viene como anillo al dedo el de Rosa Díez. Y ahora también el de María San Gil. Y por otro lado, a mi modo de ver, le asiste buena parte de razón, si no toda. Ese deseo proclamado de Rajoy de acercarse a los nacionalistas carece de sentido. Lo que debería hacer es proclamar las líneas de actuación del partido que dirige. Si hay otros partidos que pueden asumir algunas de las directrices del suyo, la alianza es posible. Lo que no es de recibo es que pretenda buscar alianzas de antemano, porque con ello da a entender que está dispuesto a renunciar a algunas de sus convicciones, con tal de lograr la presidencia.
María San Gil ha demostrado que sus principios están por encima de sus ambiciones y personas así son muy necesarias en la política y en los partidos. Rajoy puede encontrar en su partido a cientos de militantes dispuestos a hacer lo que ordene, sin rechistar y sin preguntar. Serán bastantes menos los que, como María San Gil, sean capaces de renunciar a sus posibilidades de progreso para no entrar en contradicción con sus convicciones. Señal inequívoca de que las tiene. Rajoy debería demostrar que es capaz de escuchar y atender a quienes de forma tan noble manifiestan su discrepancia.
Algunos, por el contrario, sí han demostrado carácter y ello les ha impedido, con toda seguridad, a no llegar hasta donde hubieran podido. Si hay que poner un ejemplo, viene como anillo al dedo el de Rosa Díez. Y ahora también el de María San Gil. Y por otro lado, a mi modo de ver, le asiste buena parte de razón, si no toda. Ese deseo proclamado de Rajoy de acercarse a los nacionalistas carece de sentido. Lo que debería hacer es proclamar las líneas de actuación del partido que dirige. Si hay otros partidos que pueden asumir algunas de las directrices del suyo, la alianza es posible. Lo que no es de recibo es que pretenda buscar alianzas de antemano, porque con ello da a entender que está dispuesto a renunciar a algunas de sus convicciones, con tal de lograr la presidencia.
María San Gil ha demostrado que sus principios están por encima de sus ambiciones y personas así son muy necesarias en la política y en los partidos. Rajoy puede encontrar en su partido a cientos de militantes dispuestos a hacer lo que ordene, sin rechistar y sin preguntar. Serán bastantes menos los que, como María San Gil, sean capaces de renunciar a sus posibilidades de progreso para no entrar en contradicción con sus convicciones. Señal inequívoca de que las tiene. Rajoy debería demostrar que es capaz de escuchar y atender a quienes de forma tan noble manifiestan su discrepancia.
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